Queramos o no, los móviles son parte de nuestra vida, los utilizamos para todo, y ahora también para encontrar el amor. La aplicación más popular es Tinder, que multiplica la posibilidad de conocer gente nueva, imponiéndose a los métodos tradicionales. Tinder tiene un funcionamiento bastante simple. Aparecen fotografías de personas a las que se puede dar me gusta o no me gusta. Después, si una de las personas que nos ha gustado ve nuestras fotografías y también le gustan, se produce un emparejamiento (match). A partir de ese momento, esas dos personas pueden empezar a comunicarse a través de mensajes de texto. Pero una vez conseguido ese vínculo, las cosas cambian pues son las mujeres, que suelen ser más selectivas, las que se comprometen mas con su pareja potencial. Un 21% de ellas intenta quedar con la otra persona, mientras solo el 7% de los hombres lo hace. A este curioso fenómeno se le conoce como el Síndrome de Tinderella, nacido de la unión de Tinder y Cinderella (Cenicienta en inglés). Algo que parece estar convirtiéndose en un fenómeno al alza de un tiempo a esta parte. Estaríamos hablando del típico soltero que nunca llega a concretar una cita, eternizándose de ese modo en su soltería.

Uno de los motivos de los afectados por este síndrome es que disfrutan tanto del proceso de seducción que muchos acaban anclándose para siempre en esta fase. En otros, el motivo de no materializar una cita, tiene que ver con sus miedos e inseguridades pues ven imposible desenvolverse igual de bien en directo que lo que lo hacen a través de los mensajes de texto. Se ven menos atractivos, menos graciosos, menos interesantes y, en el fondo, lo que ocurre es que hay un miedo atroz a no llegar a las expectativas que han generado en la otra persona.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)