Un eminente socialista se lamentaba, en cierta ocasión, de que el gran esfuerzo que el PSOE había hecho en su conferencia política del 2013 para actualizar el ideario socialdemócrata ante los nuevos retos, no hubiera tenido un mayor impacto político.

Por audacia y valentía política, el PSOE se encuentra ahora en una situación completamente distinta. El Gobierno de Pedro Sánchez goza de un considerable e inesperado capital político: las grandes dosis de ilusión que ha generado. Los primeros pasos han sido contundentes, tanto en la forma (Gobierno más que paritario, decisiones rápidas) como en el contenido (vuelco en la política energética, diálogo con Cataluña). Es una gran oportunidad, pero también entraña riesgos. El principal: defraudar las expectativas.

En esta coyuntura excepcional, lo determinante no va a ser tanto no defraudar a sus bases electorales fieles, sino a los votantes más jóvenes.

Las nuevas generaciones, nacidas ya en democracia y educadas en la cultura del individualismo y el consumismo, se caracterizan por la alta volatilidad de sus adhesiones.

Los votantes más mayores, y especialmente los que protagonizaron la lucha por la democracia, se sienten de algún modo obligados a participar. Los nuevos electores solo participan si reciben suficientes estímulos. Si se les convence. Suelen decidir el voto en el último momento y la abstención ha perdido para ellos cualquier connotación negativa. Al contrario, si creen que nadie es digno de confianza, mejor no votar. Se consideran bien formados y muy informados, de manera que miran a los políticos desde una posición de igualdad, incluso de superioridad. No se sienten obligados por encuadramientos de clase o de pertenencia. Se mueven en el reino de la libertad.

*Secretaría de Área Políticas Sociales y LGTBI PSPV-PSOE Castellón