Sin clientes, no hay trata. Ayer fue el Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas. Millones de adolescentes, de niñas y de niños son víctimas de trata sexual en el mundo, captados por las mafias y usados con la complicidad del consumo. Es la forma más antigua de esclavitud. La trata de seres humanos vulnera todos los derechos fundamentales.

El Músico fue uno de los propietarios del burdel castellonense Las Palmeras, uno de los más rentables del país. Letreros de hostal, restaurante, club o discoteca 24 horas llenan las carreteras, un sector que se mantiene al alza en un país donde el proxenetismo no está plenamente perseguido. «Las convertimos en grandes máquinas expendedoras de dinero», cuenta El Músico, capo de la prostitución, criminal de la trata y protagonista de El proxeneta, libro de la documentalista y activista Mabel Lozano, ahora a punto de estrenar el documental El Proxeneta, paso corto, mala leche.

El consumo de prostitución está normalizado. Significa identificar la masculinidad, remarcando el dominio hacia las mujeres, el poder sistemático y la cultura del machismo que impregna toda la sociedad. Nadie parece alterarse cuando vemos tanta cosificación, cuando siguen los mensajes de contacto en periódicos, o cuando las estadísticas alertan que los jóvenes consumen cada vez más prostitución como eslabones del ocio y la diversión. «Supongamos que legalizamos la prostitución con el argumento de erradicar la trata, las mafias y para vestir de derechos a las mujeres que supuestamente la ejercen libremente… Es el argumento que esgrimía la Asociación Nacional de Clubes de Alterne, la patronal de los proxenetas, y así la opinión publica les vería como empresarios modélicos cuya prioridad eran los derechos de sus trabajadoras», según explica Lozano contra una legalización que se está vendiendo con falsos argumentos. Porque no se puede controlar el consumo ni reducirlo, porque se promueve el mercado negro alimentando a las mafias, es un delito, y porque la prostitución no es un trabajo digno, es una forma de esclavitud.

No olvidemos que el rostro de la prostitución es el de una joven migrante que llega a nuestro país, la mayoría engañadas y forzadas, en busca de una oportunidad de vida. Mujeres como mercancía, usadas y abusadas. Legalizar sería bendecir el proxenetismo y la trata.

*Periodista