El mosquito llega para quedarse. Fue la advertencia realizada en su día por los expertos en la materia, no solo en cuanto a la proliferación de la especie tigre, que en los últimos veranos ha sido una auténtica pesadilla en buena parte de la provincia, sino también de otras variantes, como estos días sucede con el mosquito de marjal, que trae de cabeza a los vecinos de muchas zonas costeras, con especial incidencia en Nules y Moncofa, cuyos alcaldes declaraban ayer que están al «límite» y piden que la Conselleria autorice vuelos aéreos como única salida para acabar con una invasión que incluso no permite a los vecinos trabajar en sus huertos de cultivos, ni tampoco poder estar en las terrazas, ni que los niños jueguen en los parques al aire libre.

La Generalitat, a través de las consellerias de Medio Ambiente y Sanidad, y la Diputación han rivalizado más de una ocasión por ver quien enarbolaba la bandera en apoyo de los ayuntamientos para atajar un problema que puede calificarse de salud pública. No pasaba lo mismo cuando ambas administraciones estaban dirigidas por el mismo partido, pero ese es un importante matiz que necesitaría una profunda reflexión porque es cuestión de unos políticos que muchas veces solo velan por mantener el puesto con una crítica destructiva.

Aquí lo que interesa es que de una manera efectiva todas los organismos implicados se coordinen para no llegar a situaciones de extrema gravedad, como sucede ahora mismo en Moncofa y Nules. Nos consta que los ayuntamientos -no solo estos dos- han redoblado esfuerzos con más asignación económica ante la proliferación de los mosquitos, pero la problemática es mancomunada y, como tal, debería regir un protocolo a desarrollar. Hace unas semanas hubo una cumbre al respecto, pero no basta con la foto, hay que rascarse de verdad.