Me despierto al amanecer y veo nítidamente todo lo que hay en mi habitación; voy al supermercado y en un par de minutos han marcado y cobrado todos los productos del carrito; estoy planeando mis vacaciones y con dos o tres clics del ratón de mi ordenador averiguo cuánto me costaría ir a las Seychelles. En estas tres actividades tan dispares me beneficio de descubrimientos que en su día no parecieron tener aplicaciones en la vida diaria. En las dos primeras se hace (o hizo) uso del láser (light amplification by stimulated emission of radiation, amplificación de luz por emisión estimulada de radiación); en la tercera uso la World Wide Web (www), vulgo internet.

EL LÁSER, como la mayor parte de los descubrimientos, fue la culminación del trabajo de muchos científicos que comenzó con la predicción por parte de Albert Einstein en 1917 de que los electrones, además de absorber o emitir radiación, podrían estimular su emisión. No fue hasta los años 50 cuando científicos rusos y norteamericanos liderados por Prokhorov y Townes comenzaron a investigar en este campo. La emisión de radiación pulsada por el láser de rubí construido por Theodore Maiman en 1960 fue el comienzo de la revolución de los láseres. Esto se debe a que esta luz monocrómatica está muy focalizada, es paralela, está en fase y puede ser muy intensa. Prokhorov y Townes obtuvieron el premio Nobel de Física en 1964 por su trabajo en electrónica cuántica, después se han concedido otros 11 premios Nobel relacionados con el láser.

La fuente de luz XFEL es una de sus aplicaciones más sofisticadas; una de las más humildes, aunque empleada universalmente, son los escáneres de los códigos de barras de los supermercados. Además de estas dos, hay infinitas aplicaciones del láser, desde soldaduras industriales, cortes y sellados de tejidos, hasta depilación, pasando por las comunicaciones mediante fibra óptica. No obstante, puede que el campo que ha sufrido una transformación más drástica sea el de la cirugía ocular, en la cual hoy se emplean los haces de luz láser porque son mucho más precisos e infinitamente menos destructivos que el mejor de los bisturís. Y dentro de la cirugía ocular, el Lasik (laser assisted in situ keratomileusis) me corrigió la miopía que sufría desde que nací, lo que me permitió ver bien al abrir los ojos por las mañanas.

Pasando ya a internet, para mí su origen se sitúa en un congreso sobre materiales electrónicos al que asistí en Cambridge el verano de 1989, porque uno de sus asistentes, más o menos de mi edad y tan desubicado como yo, me habló de que se estaba desarrollando un nuevo sistema de comunicaciones entre científicos. Lo que anticipaba era tan fantástico, que aunque me dio bastantes detalles técnicos, pensé que estaba exagerando para impresionarme. La verdad es que se quedó corto, puesto que el desarrollo de internet en los últimos tres decenios ha causado una de las mayores revoluciones en nuestras vidas, solo comparable a la causada por los teléfonos móviles, los cuales también hacen uso intensivo de internet.

EL ORIGEN de internet está asociado a la necesidad de transmitir de una forma rápida los resultados obtenidos en los ordenadores electrónicos construidos en la década de 1950, lo que dio origen a redes locales en laboratorios de EEUU, Gran Bretaña y Francia. Pero el auténtico descubrimiento de internet se sitúa en el CERN, el acelerador de partículas situado entre Francia y Suiza, en 1989. Ese año Tim Berners-Lee, responsable de informática y comunicaciones, comenzó a poner en marcha el sistema World Wide Web, que permitía compartir documentos de hipertexto desde cualquier nodo de la red local. Pronto vio que este sistema podía extenderse al mundo entero. Aunque muchos de los científicos fueron inicialmente escépticos pronto cambiaron de idea. El impacto que el desarrollo de internet ha tenido en la cultura, el comercio, la tecnología o las comunicaciones desde entonces es incalculable. Y sigue creciendo.

Estos ejemplos ilustran la importancia de la llamada investigación básica, la que no va encaminada a solucionar un problema concreto, porque ilustra que los descubrimientos que se realizan cuando se investiga por el placer de descubrir son los que de verdad están cambiando el mundo, dado que son los que abren nuevos caminos.

*Catedrática de Química Inorgánica y miembro de la Red de Científicas Comunicadoras