Justo a un mes de las generales, los partidos presentan sus programas una vez cerradas las listas electorales. Rodeado de todo el Gobierno y en un escenario que se repite --con banderas españolas y europeas--, Pedro Sánchez ha anunciado 110 medidas, basadas en los Presupuestos que no pudieron ser aprobados por la defección de los independentistas y en los programas con los que el PSOE concurrió ya a los comicios del 2015 y 2016.

Entre las medidas destaca la recuperación de la idea de un ingreso mínimo vital para luchar contra la pobreza infantil. También incluyen la ley sobre la eutanasia, una ley para reconocer los distintos tipos de familia y el aumento de la inversión en educación, con el proyecto de que la primera matrícula universitaria sea gratuita, así como la reversión de los puntos más lesivos para los trabajadores de la reforma laboral del PP. De los Presupuestos fallidos, se recoge la reforma fiscal, con aumentos de impuestos para empresas y rentas altas, y la revalorización de las pensiones con el IPC real.

El programa queda suficientemente abierto a posibles negociones futuras desde Podemos a Cs y quizá por eso mismo no incluye un apartado sobre la crisis catalana. La cuestión territorial se zanja con ideas generales sobre el fortalecimiento del modelo autonómico. El diálogo --uno de los cuatro pilares del programa-- incluye sin duda a Cataluña, aunque el PSOE no es más explícito seguramente para no excitar más a una derecha centrada en descalificar a Sánchez por su relación con los independentistas. Una derecha que se reparte ya cargos antes de ir a las urnas y en la que Albert Rivera, con su propuesta de pacto a Pablo Casado, ha cometido un nuevo error, recibido con desdén por el líder del PP. Cuando ninguna encuesta pronostica un sorpasso de Cs al PP, ese pacto adelantado solo puede ser respondido por Casado como lo ha hecho: diciéndole que sería un buen ministro, por ejemplo de Exteriores.

Mientras, el PSOE se ve forzado a apostar por una mayoría en solitario cuanto más amplia mejor ante un posible hundimiento de Podemos y por eso llama a combatir la abstención. La participación siempre es decisiva en unas elecciones, pero en las del 28-A lo es más porque están en juego los derechos sociales y una mejor financiación de las comunidades autónomas, aspectos todos ellos que quedaron frustrados con el no en su día a los Presupuestos.