Hoy es 23 de junio y como todos los años se vivirá la noche más corta del año. Agua y fuego se conjuran en la noche mágica que precede a la festividad de San Juan.

La celebración del solsticio de verano es tan antigua como la misma humanidad. Tradicionalmente era un momento de purificación, donde se solía saltar sobre una hoguera o un caldero para conseguir protección, fertilidad, salud, o se quemaban símbolos de aquello de lo cual uno deseaba purificarse. Los diferentes rituales que se realizan varían según la zona geográfica donde estemos. Saltar por encima de una hoguera se supone que nos protegerá durante el resto del año. Si el fuego se salta cogido de la mano de la pareja, ésta conseguirá estabilidad, felicidad y buena fortuna. El agua también es un elemento importante en la noche de San Juan por lo que darse un baño en el mar asegurará salud todo el año. Si, además, se saltan nueve olas dando la espalda al mar se eliminarán las malas energías.

Los rituales son acciones que se realizan con un valor puramente simbólico. Numerosas investigaciones han concluido que el verdadero objetivo de los rituales es hacernos sentir con más seguridad y confianza, puesto que aumenta nuestra percepción de control sobre nuestro entorno. Los investigadores consideran que el hecho de seguir ciertos actos estructurados (rituales) promueve la sensación de control. Por lo tanto, no importa si lo rituales que hagamos son paganos, están basados en la superstición o se hacen por creencias religiosa, simplemente la realización de una serie de pasos que nosotros mismos implantamos, aumenta nuestra sensación de control sobre el entorno y eso hace que confiemos más en nuestras posibilidades, convirtiéndonos en personas más optimistas cara al futuro.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)