Ni rastro de esa flor morada en el pelo. Tampoco queda nada de esa sonrisa tan tierna ni del pedacito de sándwich que sostiene en la mano. Valeria está sentada en el regazo de su padre Óscar con un vestido a juego con la flor. Una noche salió de casa acompañado de su mujer, la pequeña Valeria y una maleta. Salieron de El Salvador huyendo de la violencia y con una carta oficial que justificaba un posible asilo en Estados Unidos. Óscar buscaba una vida mejor para los suyos. Más de dos meses después de aquel día hemos vuelto a ver una fotografía de Valeria con Óscar. Esta vez les vemos muertos a los dos. Abrazados. Una de las orillas de río Grande nos ha mostrado la muerte con toda su crudeza. El brazo de Valeria rodeando el cuello de su padre. Asiéndose al último aliento de vida que no llegó. Un bebé de 13 meses. Su pequeño cuerpo compartiendo camiseta con Óscar. Quizá la cargó a su espalda para tratar de cruzar. Caminó y lucho contra el agua. Contra el miedo. Contra la derrota. Asiéndose él también a una última esperanza que no llegó. Se quedó a pocos kilómetros.

La imagen les muestra muy cerca del puente de Matamoros, uno de los últimos pases entre México y Brownsville, ya en suelo estadounidense, en Texas. Miro la foto mientras pienso en las rutas inseguras a las que se enfrentan millones de seres humanos cada día. Un camino terrible también para quienes llegan con vida. Escucho de fondo la indigna defensa de la Administración de Trump sobre el trato que está dando a los refugiados y migrantes. Una representante del Gobierno ha tenido que comparecer ante la justicia por las situaciones en que mantienen a los niños. Los centros de detención de la frontera deben garantizar que todos los que pasan por allí, menores y adultos, estén seguros y en condiciones de salud. La abogada del Departamento de Justicia asegura entre infames balbuceos que se está cumpliendo. Sin embargo, se ha sabido que muchos niños están enfermando por dormir en el suelo a muy bajas temperaturas, sin poder lavarse durante días y separados de sus padres. Algunos a muy corta edad se están haciendo cargo de otros más pequeños cuando cogen algún virus grave. En los Estados Unidos del siglo XXI se están reviviendo imágenes iguales o peores de la llegada de cientos de personas a la isla Ellis a finales del siglo XIX y principios del XX. Y no es el único lugar del mundo. Valeria abrazada al cuello de su padre no será la única bofetada que recibamos este verano.

*Periodista