La primera reunión formal entre el PSOE y ERC para tratar sobre la investidura terminó sin acuerdo, lo que no es ninguna sorpresa. No se podía esperar un resultado positivo en un primer contacto: las reacciones a la sentencia condenatoria contra los líderes del procés, una campaña electoral tensa y el mantenimiento de la tensión entre legalidad y desobediencia ha situado muchos obstáculos que sortear. Tampoco hubo comunicado conjunto ni una comparecencia ante los medios de comunicación de los reunidos, lo que indica que ambos partidos no consiguieron acercar demasiado sus posturas ni quisieron someterse a las preguntas más comprometidas. La reunión, de casi tres horas, se saldó con dos comunicados por separado y con la intención de volver a reunirse el martes, lo que constituye el dato más positivo.

Mientras ERC sigue en el no, al menos sí hay coincidencia en la voluntad de diálogo, y una agenda para mantenerlo. Pero mientras el PSOE incide en la necesidad de asegurar la estabilidad política que permita recuperar una agenda de derechos sociales, civiles y laborales «cercenados por el Gobierno del PP», Esquerra basa su estrategia en lograr una mesa de negociación con cuatro condiciones: que sea entre gobiernos, sin temas vetados, con un calendario preciso y con garantías de cumplimiento. Es decir, mientras el PSOE pretende anclar a ERC en la izquierda, previsiblemente para explorar en el futuro una alternativa al movimiento independentista rompiendo los bloques que se han levantado desde que se inició el procés, los republicanos quieren amarrar una agenda que les permita plantear los temas más controvertidos, como el referéndum de autodeterminación o la amnistía.

Ambos partidos están sometidos a una doble presión: el PSOE por parte de la derecha, de los barones y de la vieja guardia para que no acepte ni siquiera la abstención de ERC. Los republicanos, por su parte, temen que si no logran una agenda de máximos sean acusados de traición por el irredentismo de Carles Puigdemont y Junts per Catalunya. Sin embargo, lo único que ahora se negocia es una abstención en lugar de sumar un ‘no’ al de la derecha española para bloquear un Gobierno de izquierdas. Para ello, parece, pues, extemporáneo plantear temas de calado político que es imposible abordar en unas semanas. La lógica indica que unos primeros acuerdos en una mesa de partidos deberían facilitar la investidura para afrontar después las cuestiones más polémicas. Es ilusorio que ERC pretenda conseguir en esta negociación lo que los independentistas no han logrado en siete años de procés.

Esquerra no puede olvidar que el Gobierno del PSOE y Unidas Podemos es el mejor posible para Cataluña de todos los que se pueden formar en este momento. Descartada la abstención del PP y prácticamente el voto favorable de Ciudadanos, no hay otra solución posible que la abstención de ERC si no se quiere cometer de nuevo el error de ir a unas nuevas elecciones, que serían las terceras en un año y en las que la situación en Cataluña volvería a ser decisiva en la orientación del voto de los ciudadanos, como lo fue ya el 10-N, cuando influyó en el 44% de los votantes, según el último barómetro del CIS.