Respecto del desencuentro de una gran cantidad de catalanes con España, lo han dicho antes que yo, pero yo también lo he dicho y ahora lo repito para que se enteren los nacionalistas españolistas (castellanos o españoles, que da igual): «es la economía, idiotas».

¿Puede un pueblo o, para no ser étnico, puede un territorio estar pagando sin límite de importe, sin límite de objetivos y por tiempo indefinido el desarrollo o el mantenimiento de otro pueblo o de otro territorio?

Y si alguien me discute con alguna razón de que Catalunya, la Comunitat Valenciana y las Islas Baleares no han estado pagando, a causa del legítimo derecho de cada gobierno de España de hacer de su capa un sayo liándose la manta al cuello, de derivar fondos, sin ley que lo controle o ampare, ni estrategia, presupuesto a largo plazo, límite y objetivos económicos claros, hacia territorios propicios para que le mantuvieran en el poder con sus votos… Digo que si alguien me lo discute, sería tan fácil como hacer la prueba, aunque fuera mental o matemática, virtual, de cambiar las correspondientes leyes para que cada comunidad autónoma pudiera tanto recaudar como gastar según su propio criterio (aunque con reglas comunes para que hubiera un solo mercado en toda España), aportando a las arcas del Estado la prorrata por población y superficie del importe correctamente distribuido, por los servicios comunes del Estado más el importe de un porcentaje de la recaudación en relación a su PIB para la solidaridad entre territorios, recibiendo, los que estuvieran un 5% de PIB per cápita debajo de la media, y pagando los que estuvieran ese mismo porcentaje por encima de la media. Y, obviamente, los porcentajes, sería un tema por estudiar y establecer por ley.

Más o menos, eso es lo que tiene el País Vasco y Navarra, y eso es lo que querrían todos los habitantes de territorios que quieren gobiernos autonómicos que sean capaces de desarrollar económicamente su ámbito, mejorar los servicios y aumentar la riqueza y, en su caso que les hagan despegar económicamente en lugar de vivir de la subvención ajena, llámese esta PER, EREs fraudulentos, prestación por desempleo, renta mínima o universal, inversiones en infraestructuras o de cualquier otro modo.

Pero todo esto a algunos les da miedo. A otros, como a mí, nos estimula y nos da esperanza de que algún día, con la ciencia como base, se hará algo así como lo que sugirió Thomas Piketty en su libro El capital en el siglo XXI (2013), que expliqué en el año 2015, en un diario de Prensa Ibérica, al tratar del tema «Cómo contrarrestar la injusta distribución de los ingresos, del capital y de las riquezas», en el que decía que hay que repensar muchas cosas, pero la primera es…

a) Un impuesto progresivo sobre los ingresos, mucho más progresivo, más tramos altos y con tipos más elevados, especialmente los marginales; lo que implica más redistribución y más progresividad fiscal.

b) Un impuesto progresivo mundial sobre el capital.

c) Reducir la deuda pública mediante, como primera solución, privatizar todos los activos públicos, porque el patrimonio público europeo, prácticamente, es cero, lo que quiere decir que los activos públicos se compensan con la deuda pública, pero entonces habría que pagar alquileres por todos los bienes que utiliza el estado (escuelas, hospitales, oficinas gubernamentales) los gastos de arrendamientos aumentarían y disminuirían los gastos por intereses. Por todo ello según Piketty es mejor un impuesto extraordinario (una única vez) sobre el capital privado pues es la solución más justa y eficaz, dado que si dicho impuesto fuese proporcional y del 15 % sobre todos los patrimonios privados aportaría casi un año de ingresos nacionales (o PIB) y permitiría el reembolso inmediato de todas las deudas públicas, y el Estado quedaría con todos sus activos, pero con una deuda cero. La ventaja del impuesto excepcional es que permite organizar las cosas del modo en que cada uno contribuye al esfuerzo solicitado y se evitan las quiebras bancarias. Además, no es necesario reducir la deuda pública totalmente de golpe, sino en sucesivas ocasiones.

d) Y hacer que la inflación cumpla su papel. Una inflación del 5% anual (en lugar del 2% de meta actual) en 5 años reduciría el valor de la deuda pública en un 15% del PIB. Esta es una solución tentadora que ha sido usada a lo largo de la historia. No obstante, la inflación no es más que un sustitutivo muy imperfecto del impuesto progresivo sobre el capital y puede comportar un cierto número de efectos secundario poco atractivos, entre ellos, el descontrol de la tasa, es decir que la inflación se embale.

e) O como lo que ahora acaba de sugerir en su último libro publicado en noviembre 2019, Capital e ideología, (Deusto), una herencia universal de unos 120.000 euros pagada por los multimillonarios, que se recibiría por los jóvenes a los 25 años con un sistema fiscal altamente progresivo que provocaría la circulación permanente de la riqueza, que les permitiría adquirir una vivienda o iniciar un negocio.

Piketty hace referencia a Cataluña y comenta que en un estado de cosas como el que defiende ni a Cataluña ni a ningún otro territorio, probablemente, le interesaría salirse del entorno actual.

Me gustaría que esta vez no se perdiera la oportunidad de hacer un debate, porque es necesario un debate supranacional y no parece que a las instituciones financieras supranacionales les hayan hecho mucho efecto las conclusiones de Piketty a pesar de ser un docto economista. Que yo sepa, ninguna de ellas ha hablado sobre ello durante los seis años desde la publicación de su libro hasta ahora. Confío que los partidos y sus intelectuales bien formados hagan el esfuerzo, esta vez, de debatir a nivel europeo lo que dice en su nuevo libro, Capital e ideología, porque si no lo hacen, peor futuro les auguro a los actuales detentadores del poder sea en Europa, España o en nuestras comunidades autónomas, porque «idiotas, es la economía».

*Doctor en Derecho