Esta semana ha sido noticia el hecho de que en la placa de inauguración de nuestro nuevo Pabellón de Gimnasia no apareciera mi nombre, sino que se indicara que era el pueblo de Onda el que lo inauguraba. Parece que resulta extraño que un político no se afane en dejar su nombre escrito en placas y paredes. A mí, en cambio, me parece lo más normal del mundo.

Es de sentido común que los ciudadanos que con sus impuestos pagan una obra puedan recordar, con el paso de los años, que fue su esfuerzo el que hizo posible esa construcción. Las instalaciones son de los vecinos y para los vecinos, y dejar la política al margen debería ser lo habitual.

Más allá de la costumbre, a mi entender decimonónica, de apartar la consabida cortinita que esconde el nombre del vanidoso político de turno, se impone un ejercicio de la política de la sensatez y del cumplimiento escrupuloso de la legalidad; en consonancia con el pensamiento de la sociedad moderna en la que vivimos.

Si la política tiene una razón de ser es la de ser útil a los ciudadanos. Que su ejercicio suponga crear problemas y quebraderos de cabeza a los ciudadanos es lo peor que como sociedad puede ocurrirnos. Cuando la política produce sobresaltos y hartazgo en los ciudadanos que se levantan cada mañana para ir a sus puestos de trabajo, es una política inútil y tóxica. Estamos a tiempo de entenderlo y de admitirlo o, de lo contrario, seguirá creciendo esa desafección hacía la política, incluso en ocasiones absoluto desprecio, que no podemos permitirnos. Así que menos placas y menos vanidades… y más pisar nuestras calles.

*Alcaldesa de Onda