P orque sí, porque todos tenemos derecho a tener un mal día y hay que asumirlo con naturalidad. Porque un mal día no tiene que haber sido provocado ni por alguien o por algo en concreto, puede ser un cúmulo de cosas que nos hemos ido guardando dentro tanto en el plano laboral como personal, o simplemente puede manifestarse sin que encontremos motivo aparente.

Hay gente que cuando tiene un mal día prefiere no exteriorizarlo y mantenerse al margen; otros sin embargo, necesitan conversar y desahogarse con sus allegados y otros tantos solo prefieren un abrazo o un «cuenta conmigo».

En estos días de quedarse en casa seguro que algunos de ustedes, queridos lectores, pasan o habrán pasado ya por alguno de esos días malos o días raros, como canta Vetusta Morla.

La incertidumbre, la ansiedad, el estrés y el miedo al presente y al futuro se apoderan o se apoderarán de nosotros más pronto que tarde. Y no pasa nada. En estos días, parece que toque ser optimista por obligación, parece que debas repetir en cada videollamada o en cada whatsapp el mantra de «todo saldrá bien» o «esto también pasará». Pues ¿qué quieren que les diga? Si un día no tienen ganas de decirlo y lo único que tienen ganas es de llorar, háganlo. Están, estamos, en nuestro derecho.

Porque solo siendo honestos con nosotros mismos y con lo que nos rodea, reuniremos las fuerzas necesarias para salir de esta más fuertes y más unidos que nunca como sociedad.

Somos héroes, pero no los héroes de cine, sino héroes mundanos que sufrimos y nos emocionamos a partes iguales. Por ejemplo, yo me emocioné al ver cómo el domingo abandonaba la primera paciente castellonense la UCI entre aplausos del personal sanitario; pero algunos de ustedes lo habrán hecho cuando los cuerpos y fuerzas de seguridad acuden a los hospitales a aplaudir a los profesionales y viceversa; cuando los más pequeños de la casa les dibujan mensajes de ánimo; cuando los empleados de los supermercados y pequeños autónomos siguen al pie del cañón con una sonrisa; cuando afectados por el covid-19 cuentan su experiencia; cuando su marido, mujer, hermano o hijo llegan a casa exhaustos del hospital; cuando piensan en sus padres internos en una residencia, cuando tienen a sus hijos viviendo solos en otra ciudad; cuando todos los días nos dan la cifra de nuevos positivos y fallecidos o cuando a las ocho nos fundimos todos en un aplauso de reconocimiento y afecto mutuo.

Todos estos momentos y muchos más quedarán guardados siempre a fuego en nuestra memoria y, lo más importante, nos harán mejores personas.

Por eso, creo que aunque es positivo pensar que todo saldrá bien, lo es más pensarlo de verdad. Porque sí, todos los días sale el sol, pero hay días en los que sale más que en otros. Y no pasa nada.

*Portavoz de Cs en Diputación y teniente alcaldesa de Benicàssim