Hace unas semanas fue noticia la confesión pública de Pablo Alborán por medio de un vídeo en redes sociales. Dijo: «estoy aquí para contaros que soy homosexual. Que no pasa nada. Que la vida sigue igual». Lo confesó porque «necesito ser un poquito más feliz de lo que ya era». Lo confesó esperando «que este mensaje le haga el camino más fácil a alguien». Y matizó: «pero, sobre todo, esto lo hago por mí».

¿Se imaginan a alguien confesando públicamente que es heterosexual? ¿Imaginan que ello le pudiera hacer un poquito más feliz de lo que era? No, ¿verdad? Es lamentable que en el siglo XXI tengan que hacerse confesiones como las de Pablo porque es el síntoma del problema que vivimos con este tema.

Cada cual tiene el derecho a amar a quien desee, sea hombre, mujer, transexual, binario, gay, lesbiana o como quiera reconocerse. Somos los únicos seres vivos que tenemos la capacidad de amar, con todo lo que eso supone. El amor es un idioma universal, pero a diferencia de la música o de las matemáticas, que también lo son, se transmite sin necesidad de escritura. Es como el viento, no se ve, pero se puede sentir. No necesita ser entendido, solo demostrado. El mejor amor no es el que besa el cuerpo (en un beso sabrás todo lo que he callado, decía Melisanda a Pelleas en el célebre fragmento del largo poema de Pablo Neruda), sino el que besa el alma. El cuerpo lo puede besar cualquiera, pero besar el alma de alguien está al alcance de muy pocas personas. Si dos personas disfrutan besándose sus almas, ¿qué importan cómo sean sus cuerpos? El amor, un sentimiento sublime entre dos personas, merece el respeto de no ser cuestionado por los demás.

En 2020 se han cumplido 30 años desde que el 17 de mayo de 1990, la Organización Mundial de la Salud retirase la homosexualidad de su Clasificación Internacional de Enfermedades.

Los últimos años hemos conseguido que España se sitúe en una posición de vanguardia a nivel internacional en la lucha por la dignidad de las personas LGTBI y su visibilidad social.

Es de destacar, como hito de especial relevancia, que nuestro país ha sido el cuarto, tras Países Bajos, Bélgica y Canadá, en regular el matrimonio de forma igualitaria, a través de la Ley 13/2005.

No es suficiente con ello. Pese al claro liderazgo de nuestro país en la defensa de los derechos del colectivo LGTBI, todavía queda un largo camino por recorrer hasta conseguir que estas personas puedan desarrollarse como tales libremente en cualquier ámbito de su vida. Ello incluye el entorno laboral, donde la visibilidad debe abordarse tanto desde el punto de vista del desarrollo y progresión profesional como desde la perspectiva de las relaciones sociales que se establecen en dicho entorno.

Además, en esta misión debemos comprometernos todos y todas. Personas y empresas, públicas y privadas. Por ello, el pasado lunes el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Jose Luis Ábalos, y Marta Fernández y Óscar Muñoz, codirectores de REDI (Red Empresarial por la Diversidad e Inclusión LGTBI+), junto con los presidentes y presidentas de las empresas públicas del ministerio (ADIF, AENA, ENAIRE, INECO, Puertos del Estado y RENFE), entidades que aglutinan más de 55.000 empleados públicos, firmamos un protocolo de colaboración que tiene como objeto fomentar la diversidad e inclusión del colectivo LGBTI en el ámbito del Sector Público Estatal y favorecer la sensibilización y el ambiente apropiado para llevarlo a cabo entre los empleados del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, y sus entidades y empresas dependientes.

Mediante el protocolo, REDI, con más de 80 importantes empresas asociadas (entre las que se encuentran Airbus, Amadeus, BBVA, Correos, Inditex, Repsol, Telefónica, P&G, y Banco Santander, entre otras, contando también con la CEOE como organismo colaborador), se constituye como un foro de consulta permanente para compartir y difundir la experiencia de empresas con mayor trayectoria y éxito en cuanto a la inclusión de la diversidad LGBTI y ayudar a acelerar el recorrido de empresas con políticas de diversidad menos desarrolladas. En particular, las entidades se comprometen con el protocolo a:

--Reconocer y valorar la diversidad y, en concreto, la LGBTI, para permitir atraer, gestionar y retener el talento, de modo que ninguna persona valiosa deje de trabajar con dichas entidades debido a su orientación sexual o identidad de género.

--Apoyarse mutuamente en la difusión de sus respectivas comunicaciones y convocatorias de eventos en materia de diversidad LGBTI.

--Promover la realización de actos conjuntos para reflexionar sobre la diversidad en el contexto laboral.

--Por último, REDI colaborará como experto en diversidad e inclusión LGBTI en el ámbito laboral con los órganos competentes en materia de recursos humanos de las partes firmantes.

Como dijo el ministro Ábalos en la firma del protocolo, «en un escenario como el actual, en el que los derechos conquistados por colectivos como el LGBTI se cuestionan cada vez con más virulencia, es necesario que se den pasos adelante en la defensa y consolidación de esos derechos». Cuantos más pasos demos, mejor sociedad tendremos. Y cuantos más rápido los demos, antes llegará el día en el que nadie tenga que hacer confesiones como la de Pablo Alborán.

*Presidente de Puertos del Estado