El avance de los contagios por los rebrotes alcanza cifras realmente preocupantes y la constatación de que una importante mayoría de los nuevos contagiados son jóvenes ha provocado la adopción de medidas contundentes. El Procicat, el comité técnico de seguimiento de la pandemia, decidió ayer suspender la actividad del ocio nocturno en Cataluña. Una medida que ya se estaba aplicando en Barcelona, Lleida y algunas otras zonas. Discotecas, salas de baile y salas de fiesta con espectáculo se verán directamente afectadas a partir de hoy durante 15 días. Bingos y salones de juego, por su parte, deberán cerrar a medianoche.

La adopción de estas medidas tan rotundas es una consecuencia de la dificultad para contener los contagios. La mayoría de los nuevos brotes tienen su origen en contactos sociales, y algunos de ellos ocurrieron en un ambiente nocturno. Son hechos objetivos que se deben abordar con la debida atención para frenar la expansión del covid, y que acabe afectando a grupos de población más vulnerables, como son las personas mayores. Ayer, Sanidad comunicó 922 nuevos casos, una cifra que pese a ser menor que el día anterior sigue siendo preocupante.

Actuar con rapidez ante los rebrotes es necesario, además, para no tener que recurrir a otro confinamiento. Antes de llegar a ese extremo, es bueno plantear acciones más acotadas, con efectos más limitados. Sin embargo, señalar a los locales de ocio nocturno o a los jóvenes como los grandes responsables de los rebrotes puede acarrear consecuencias negativas, entre ellas, la estigmatización. El cierre no es la única alternativa, además, porque el cierre de los locales puede conllevar que aumenten de forma exponencial los botellones y fiestas privadas sin control sanitario que acabarían desencadenando los rebrotes que se intentan zanjar. Sería más conveniente trabajar de forma conjunta con el sector, y buscar una solución que beneficie la salud pública sin que bares y discotecas, fuertemente castigados tras el parón económico, asuman más riesgos. Escuchar las peticiones de los empresarios de ocio nocturno, como aprobar un plan que regule su actividad con garantías sanitarias --como se ha hecho en el caso de los festivales de la cultura--, o ayudas directas en caso de tener que bajar la persiana, como va a suceder durante estas dos próximas semanas, podría resolver la difícil ecuación entre salud y economía.

Todo ello sin olvidar que la medida más eficaz es reforzar la concienciación social, muy escasa entre algunos sectores, tanto de jóvenes como no tan jóvenes, algo que no se ha conseguido con las recomendaciones difusas de las últimas semanas. Y no solo en Cataluña, por ejemplo Euskadi, Madrid, Andalucía, Murcia o la Comunitat Valenciana, en la que el alcalde de València, Joan Ribó , pide a la Generalitat el cierre de discotecas y pubs en la ciudad --hace unos días se cerró en Gandia debido a un brote originado en un pub-- se hallan en la misma disyuntiva. La pandemia, en definitiva, obliga en primer lugar a un incesante ejercicio pedagógico y, a la vez, de vigilancia de los hábitos sociales de riesgo. Porque el gran objetivo debe ser siempre buscar ese difícil equilibrio entre la salud pública y el mantenimiento de la actividad económica.