Hace varios meses que nuestras vidas han cambiado y una pandemia ha condicionado nuestra realidad, nuestro presente, nuestras expectativas de futuro, nuestras relaciones, nuestras preocupaciones.

Desgraciadamente muchas familias han perdido a seres queridos a causa de la enfermedad que ha generado desajustes en casi todos los ámbitos.

La crisis socioeconómica es innegable y una prueba de fuego a la capacidad de los gobernantes, de todo rango, además de un reto conjunto para toda la ciudadanía.

Es bastante sobrecogedor cómo el covid-19 nos ha puesto a todos frente al espejo y nos ha mostrado lo mejor y lo peor.

El gran reto es aprovechar esta profundísima crisis para ahondar en el autoconocimiento, mejorar en aquello mejorable y, desde luego, tratar de descifrar el origen de aquello que nos avergüenza como individuos y como sociedad.

En estos días he tenido que enfrentar una situación difícil. Hemos asumido con certezas que convivimos con el virus, que no se ha marchado y sigue aquí.

No nos habíamos olvidado de ello, andábamos luchando por sobrellevar lo sucedido, recomponiéndonos para reinventar un presente cuyo futuro aún no sabemos definir cuando, de repente, nos hemos topado de bruces contra la realidad más real de todas: que la salud es todo lo que importa.

Con ella, el resto. La prosperidad económica, las relaciones sociales. Sin ella, nada.

Andamos en la búsqueda de culpables, atribuyendo a colectivos en los que se están generando el mayor número de brotes, todos los males de nuestro tiempo.

Sin embargo, poco pensamos por qué hay colectivos que han dejado de lado el miedo y también la responsabilidad.

Culparles solo a ellos es huir de nuestras responsabilidades como sociedad, como padres y madres, como gobernantes.

Debemos hacer entender a todos que todos estamos en el mismo barco, que ahora la responsabilidad individual es tan o más importante que la colectiva porque si nosotros no lo hacemos bien, nada va a ir bien.

Debemos hacer de este el tiempo de la responsabilidad empezando por cada uno de nosotros, mirándonos al espejo a diario para no olvidarnos que esto es cosa nuestra, también cosa nuestra.

Mis pensamientos, con todos aquellos que han sido diagnosticados, por los que siguen con la incertidumbre y por aquellos que siguen trabajando por cuidarnos estupefactos por la incapacidad manifiesta de nuestra sociedad por comportarse bien. Hagámoslo bien por ellos, por todos. H

*Alcalde de Peñíscola