El 2020 empezó mal, preludio del que iba a ser un annus horribilis. En enero Pedro Sánchez lograba ser investido Presidente del Gobierno, gracias a los votos de los independentistas. Días después, Sánchez nombraba vicepresidente a Pablo Iglesias , aquel del que dijo que no podría dormir con él en el Gobierno. Llegó febrero y las noticias del coronavirus eran más que preocupantes. El Gobierno se quedó de brazos cruzados ante una pandemia que nos acechaba, y siguió como si nada, hasta el punto de respaldar concentraciones multitudinarias como las del 8M, que resultaron ser foco de infección del covid-19. La gestión de las primeras semanas de la pandemia fue un absoluto caos, sin test, sin mascarillas, sin medios para nuestros ángeles sanitarios, con restricciones de derechos y libertades sin el necesario control parlamentario, con miles y miles de fallecidos… más de los que oficialmente ha reconocido el Gobierno. Miles de familias destrozadas. Y mientras desde el Partido Popular presentábamos cientos de propuestas, arrimábamos el hombro y pedíamos adelantarnos a la segunda ola del covid-19, el Gobierno de la negligente gestión de la pandemia y de la mentira se dedicaba a publicitar eslóganes como el «hemos derrotado al virus» o el «salimos más fuertes», y se fue de vacaciones. A la vuelta de las vacaciones, el Gobierno miró hacia otro lado y decretó un nuevo estado de alarma. Y ha llegado la tercera ola sin que se haya aprobado la necesaria normativa jurídica, económica y sanitaria para afrontar la pandemia. Eso sí, se ha aprobado la ley Celaá, la eutanasia, y el anteproyecto de ley de memoria democrática. Pese a todo, miremos el futuro con esperanza, les deseo un feliz 2021. H

*Senadora del grupo parlamentario popular