Querido/a lector/a, estos días nos hemos enterado de que algunos cargos públicos (de diferentes partidos) se han aprovechado de su condición, de su cercanía al poder municipal y autonómico, para saltarse la cola o el protocolo establecido (el que dice que primero son los colectivos de riesgo y expuestos a la enfermedad) y vacunarse sin derecho. Posiblemente por exceso de miedo o por soberbia, pero en todo caso inadecuadamente y por la cara. En consecuencia, me parece acertado que sus partidos les hayan señalado la puerta y a la calle.

Aunque, sin estar de acuerdo ni justificar esa pequeña traición a la ciudadanía, he de reconocer y decir que estas historias cutres y desagradables que aparecen en relación con el covid-19 no son típicas ni exclusivas del carácter español y, por lo que se sabe, por los datos que tenemos, también están pasando en otras culturas y países. Circunstancia que me obliga a recordar a un amigo que, ante estos hechos y esté donde esté, debe de estar pensando y diciendo: «no importa que sean de derechas o de izquierdas, ni de aquí ni de allá, hay comportamientos que se repiten porque, de momento, aún están en el mundo y en la condición humana, en la condición de todos, más allá de carnets de partidos, de ideologías e intenciones». En definitiva, una forma de entender la condición humana que no es tan fina ni filosófica como la de André Malraux , la que habla de la soledad frente al destino, la dignidad ante la adversidad, la solidaridad con los desfavorecidos y él ansia por la trascendencia. Pero es, sin duda, auténtica y real. Hija o producto indiscutible del mundo en el que vivimos y que, en medio de desigualdades, necesidades, inseguridades y egoísmos, va forjando y determinando una concepción de la naturaleza humana que, muchas veces, demasiadas, está más cerca de la pillería y el egoísmo que de algo moral y fraterno. H

*Analista político