CARTA AL DIRECTOR

Era invierno, y lo que estaba ocurriendo era tan irracional que era impensable. El temporal Filomena acababa de pasar helándonos el tuétano y ni siquiera el cambio climático podía justificar el insoportable calor que, en pleno enero, había hecho durante el día. Ahora, se abría por delante una noche tórrida de bochorno estival que calcinaba un firmamento tachonado de estrellas impidiendo pegar ojo. La prematura canícula era tan brusca que hasta las ninfas de cigarra salían de sus cuarteles de invierno bajo tierra e, ignorando las tinieblas de la noche, trepaban a los árboles para emitir su ensordecedor canto amoroso y atraer hembras con las que aparearse.

Sofocado y empapado de sudor, harto de dar vueltas en la cama, encendí la tele y zapeando me topé con un programa de actualidad política. Cuando vi que por la boca de los tertulianos de la caverna y políticos de la derecha salían enormes llamaradas que incendiaban la convivencia, entendí lo que estaba pasando. H

Miguel Fernández-Palacios