Querido/a lector/a, esto de que se publiquen tus pequeños artículos en días fijos, tiene sus ventajas pero también sus inconvenientes. Aunque, ni me quejo ni cambio. Pero, a veces, no coincide el día de la publicación de tu comentario con la efeméride a la que se refiere el contenido del mismo. No pasa nada, así es la realidad de la vida, pocas veces aparecen los equilibrios y ajustes perfectos. A pesar de todo, y aunque su publicación sea a toro pasado, confieso que, en este caso, lo escribí el 8 de marzo y, posiblemente, provocado por una foto que recibí de mi pequeña y estimada nieta Olívia (sobre su cuerpo aparecían los nombres de todas las mujeres de mi familia) y por un cartel conmemorativo (creo que de CCOO) que, con tres o cuatro palabras, lo decía casi todo sobre la condición de la mujer ahora y aquí.

Digo que, tanto en aquella pared donde estaba el cartel, como en la vida, en el mundo y cada día, las mujeres con razón y justicia exigen el derecho a estar vivas, libres y unidas en acción y reivindicación constante. Vivas porque los asesinatos, maltratos, humillaciones... y toda clase de violencias machistas, les imposibilitan el disfrute de una vida plena y segura. Libres porque frente a ciertos comportamientos, tradiciones, moralidades... necesitan disfrutar de una vida con plena autonomía. Unidas porque, a pesar de tener razón, todo indica que no es suficiente, hacen falta muchas mujeres juntas y organizadas para ser más fuertes y conquistar una igualdad real y eficaz. En todo caso, el pensamiento de las mujeres, que debe ser de todos, también de hombres, es digno de agradecer.

Y es que, al buscar una sociedad más justa y con más calidad democrática, está cuestionando todo nuestro patrimonio cultural e ideal y, para bien, ese pensamiento se transforma en una fuerza de renovación y de gran utilidad social. H

*Analista político