Estos días recordamos que ha pasado un año desde que el sector turístico echara el cierre. Un año larguísimo. Eterno. Insoportable. El sector se cerró a sí mismo antes de los decretos oficiales que todos conocemos. Conviene no olvidar el día que toque hacer un inventario de los héroes, las víctimas, los espabilados y otras hierbas. Tengamos claro dónde ubicar a nuestra primera industria valenciana. Lo hizo autoinmolándose para así poder protegernos a todos.

Como todos recordaremos, hemos ido creyendo salir del túnel en varios momentos. Al final, el túnel ha resultado ser mucho más largo y oscuro de lo que podíamos imaginar. Ni en las peores pesadillas. Y la luz que vimos a veces no era más que la luz de otro tren que venía de cara en forma de nueva ola.

Durante este año el sector más consciente y profesional no ha dejado de funcionar como una verdadera fábrica de ideas y alternativas. Desde los protocolos más garantistas para mitigar los posibles contagios en aras de convivir con la amenaza (no descartemos este eventual modus vivendi en un futuro), hasta la confección de innovadores documentos para articular corredores sanitarios nacionales e internacionales. Con exigente disciplina e imaginación, el sector ha tratado de abrazar constantemente la esperanza. Dicen que la esperanza es la vida misma autodefendiéndose, como creando sus propios anticuerpos para sostener el futuro.

Sabemos cuanto importa que este sector --nodriza de tantos otros-- mantenga sus constantes vitales. También sabemos que existen narrativas económicas que desprecian el turismo. Todo es respetable pero que se hayan vuelto a exhibir en este año de martirio, cuando el sector yace en la lona, no ha sido precisamente un ejercicio de academicismo o aportación estratégica. Ha constituido una impostura más.

Conviene hacer un alegato en favor de la lucidez del sector. Aún con el golpe encajado, no ha dejado de visualizar el futuro. Hemos acelerado estrategias de descarbonización y de transformación digital. Sabemos que cuando pierdes un tren, el tren se va igualmente pero lleno de gente más puntual que tú.

La vida va a favor del turismo. El mundo poscovid y pre-siguiente amenaza, necesitará exaltar la vida. Por eso hoy el sector ha organizado un acto conscientemente titulado El turismo es la vacuna . Lo es porque este sector comprende la naturaleza humana, su aspiración de felicidad. No fabrica tornillos. Es un sector de personas que cuidan a personas. Solo el regreso a una edad oscura impediría el avance imparable del turismo. Tendrá más sentido que nunca subrayar las capacidades sanadoras del viaje. Veníamos hablando de la dimensión experiencial del modelo, del turismo transformador. Del viaje que inspira a las personas a hacer cambios significativos en sus vidas. El turismo, como factoría de emociones humanas, será parte indispensable de las respuestas y, quizá, de las terapias, en el mundo que nos aguarda. Demos las gracias al sector por intentar resistir. H

*Secretario autonómico de Turismo