Me cuenta un amigo de la izquierda nacionalista que Marta Barrachina, candidata a la presidencia provincial del PPCS, alcaldesa de Vall d’Alba, forjada políticamente al lado de Paco Martínez, éste otrora mano derecha de Carlos Fabra, es una persona progresista, trabajadora y cuyo talante podría encuadrarse igual en las filas socialistas como de Compromís.

La sorpresa, en positivo, ha sido enorme. Olvidamos fácilmente aquello tan socorrido, pero a veces certero, de que las apariencias engañan. Hay que dar un margen de confianza a la nueva apuesta del PP. Y felicitarles por la candidatura de consenso en la que ocupa lugar destacado la alcaldesa de Onda, Carmina Ballester, revelación en los modelos de gestión municipal y acción política, sobre la que Génova no debería quitar ojo. Carmina encarna el perfil moderno, altamente preparado, de una alternativa conservadora duramente castigada gracias a los errores y las mangancias de una retahíla de personajes que socavaron los cimientos del centro derecha. Y que, oh sorpresa, algunos surgen enturbiando la que desea ser renovada esperanza del PPCS. El ínclito Carlos Fabra, según me cuentan del propio partido y leo en la prensa nacional, ha tomado postura junto a otros que fueron sus compañeros de pretéritas andanzas, vestigios de un modelo que tanto ha dañado a las siglas que lidera Pablo Casado.

Con ocasión del discurso de Casado en la moción de censura de Vox, escribí: «Cabe esperar que, libre de ataduras del más negro pasado del PP, Casado esté dispuesto a arrojar por la borda el lastre heredado». Es grande el riesgo del PPCS dando chance a fantasmas del pasado. No encaja en la nueva hoja de ruta.

Periodista y escritor