Muchas veces me pregunto si usted nos entiende a los urbanistas y a los políticos metidos a ordenadores del territorio. Estamos haciendo esfuerzos importantes para que se pueda participar en los procedimientos urbanísticos, pero no. Al final, los procesos de participación pública suelen ser meros paripés en los que se organizan actos a los que van forzados algunos representantes de agentes públicos pero que, muchas veces, sirven para bien poco.

Y es que la terminología que empleamos los técnicos y planificadores urbanos suele ser elitista y no fomenta la participación vecinal.

Llenamos nuestros documentos y la información que sometemos a participación pública de conceptos como «sostenible», «resiliencia», «inclusivo», «empoderamiento», «cohesión social y territorial», «reequilibrio», «perspectiva de género», «estructural», «pormenorizado», etc., etc., etc…, que ni, de lejos, se manejan en el lenguaje coloquial ni nada parecido. Es necesario facilitar a los vecinos un marco de participación a partir de un lenguaje inteligible para todas las partes evitando los lenguajes «crípticos» que producen exclusión.

En las grandes ciudades españolas con motivo de la recuperación democrática municipal a partir de finales de los años 70 del siglo pasado y a través de un movimiento asociativo muy activo y con una capacidad de interlocución con las administraciones que conseguía un desarrollo ciudadano acorde con los intereses de la mayoría de los vecinos.

En aquellos momentos las administraciones contaron con unos técnicos comprometidos que traducían el lenguaje técnico haciéndolo inteligible. Habrá que volver a hacernos entendibles si queremos que usted participe.

Urbanista