Si hay una serie que me haya encantado como ninguna es Peaky Blinders, sobre todo el personaje de Thomas Shelby, me parece simplemente brillante. Sus frases son sublimes, llenas de realidad y poesía, de fotografía, buena música y pasión. Hay una que voy a utilizar hoy, aunque no es la que más me gusta: «Las mentiras se esparcen más rápido que la verdad». Vivimos en un momento social, y por tanto político de mentira constante, de escaparate, de tuit, de likes, de atrezzo, que son absolutamente imprescindibles para una mala representación, una peli de serie B. Liderados en muchas ocasiones por gente mediocre, sin gestión alguna que les avale, y con el único objetivo de sobrevivir un día más, en un escenario que se tambalea, nos vemos abocados a un futuro poco prometedor, donde la sociedad civil supera con creces, en talento, preparación y ambición sana, a cualquier político, por muy top que se crea.

Nos hemos acostumbrado tanto a la mediocridad y a la mentira, que convivimos con ellas con resignación, ya no hay valores que valgan, hay poder y un sentido de la supervivencia brutal. Si esto es deprimente, que se mienta gestionando la peor crisis sanitaria de la historia es mucho peor, es mortal. La gestión de la tercera ola está siendo un desastre, pese a la triste experiencia de la primera parte de la pandemia, el PSOE no ha aprendido nada y está cometiendo los mismos errores.

Más recortes

No es posible que, en lugar de combatir la pandemia con más inversión, la Generalitat valenciana la quiera combatir con más recortes. De hecho, ya hace tiempo que el Consell decidió cerrar varios centros de salud, así como aplicar reducciones de horarios en muchos de ellos de forma inexplicable ya que todos los profesionales sanitarios están advirtiendo de un colapso de los ambulatorios sin precedentes al tener que hacer frente a las patologías habituales más a la pandemia, recortes en personal que siguen negando. La última trola que me ha llegado a modo de vídeo, ha sido a la consellera Ana Barceló, diciendo que será la última en vacunarse, porque «el capitán siempre es el último en abandonar el barco», y va y se vacuna la semana pasada. Pues que Dios nos pille confesados porque el barco va solo. El último capítulo es el desastre en la gestión de las vacunas, castigando en esta provincia a mucha gente, mayor, que viven en el interior de Castellón, algunos, como los que viven en Portell han de recorrer casi 200 kilómetros para vacunarse, poniendo en peligro sus vidas, cuando lo más lógico, sería trasladar las vacunas. No se pueden hacer las cosas peor, aunque sí se nos puede mentir más, por desgracia.

Diputada provincial del grupo popular en la Diputación Provincial de Castellón