El juez Jacobo Pin recuerda a Eliot Ness, el legendario agente federal del Tesoro que perseveró en la caza de Al Capone. El norteamericano, pasados noventa años, aún resulta paradigmático ejemplo del deber al servicio de la Justicia. Pin sigue el mismo plausible camino, con toga y sin pistola en la sobaquera. Instruyó la causa por la que Carlos Fabra acabó en el trullo y ahora lo procesa argumentando supuestos delitos de ocultación de patrimonio, sobornos y blanqueo de dinero. Ya advertí en este mismo espacio cuán contaminante podía ser para el nuevo PP que pretende Pablo Casado cualquier atisbo de relación con Fabra y su entorno. Ciertamente, no pensaba que los acontecimientos me dieran la razón de forma tan rápida y contundente. Aconsejo a las afiliadas y afiliados del PPCS que asumen la responsabilidad de hacer verdad el renacimiento de un centroderecha limpio, sin sospechas del pasado, el borrado en los móviles de todo contacto relacionado con el fabrismo y establezcan el oportuno cordón sanitario. En línea más o menos parecida se expresaba Elena Vicente-Ruiz, secretaria provincial del PP, ante los micrófonos de Radio Castellón Ser.

En política suele ocurrir que las hojas impiden ver el bosque. Me da que hay mucho trajín en el seno del PPCS, mientras sigue recortándose, fantasmagórica, la alargada sombra de Fabra en las paredes de la sede de la calle Juan Pablo II. Las llamadas telefónicas del personaje y significados fabristas apoyando la candidatura de Marta Barrachina han resultado un flaco favor. A Barrachina solo le queda el camino de romper amarras con gestos claros. Es momento de demostrar el talento que le reconocen hasta los adversarios de la izquierda.

Periodista y escritor