España está enferma de un virus llamado radicalismo y urge una vacunación masiva de sensatez con el único antídoto posible: Astrazéntrica. Hoy, más que nunca, este país necesita calma frente a bronca, diálogo frente amenazas, a Ciudadanos frente a Podemitas o Voxeros. Más Edmundos Bal y menos populismos de barra de bar. Más ganas de salir a flote de una pesadilla llamada pandemia y menos de hundir el barco. Y con él, a todos sus tripulantes.

El bochornoso episodio vivido la semana pasada en los estudios centrales de la cadena SER, protagonizado por un macho alfa y una hembra beta del totalitarismo, no ha hecho sino confirmar qué es lo que nos estamos jugando. Una decisión que va mucho más allá del resultado de las próximas elecciones madrileñas, autonómicas o municipales. Una apuesta por construir el futuro entre todo o volver al pasado.

El virus ya está entre nosotros, llevaba años incubándose en oscuros sótanos de odio y rencor hasta alcanzar las instituciones. Y de ahí al infinito o a las estaciones de Renfe, reconvertidas en altares xenófobos donde se comparan las pensiones de ancianos con las ayudas a menores migrantes. Un espectáculo vomitivo que debería hacernos recapacitar en el modelo de sociedad que quieren instaurar algunos.

Nosotros no. No nos escondemos, como ellos. Porque el mayor error frente al extremismo es esconderse, no plantarle cara, no gritar democracia frente a dictadura. Cuando la ciudadanía calla, el populismo lo inunda todo, lo abarca todo, se adueña de todos los mecanismos posibles con un único fin: someter al adversario. Porque es lo único que saben hacer, lo que siempre han hecho, en la Alemania nazi o en el Moscú de los Gulags.

Dique de contención

El papel de Ciudadanos es ahora más necesario que nunca. Para que la cuerda de la democracia no se rompa ni por la izquierda ni por la derecha. Somos el último dique de contención frente a la sinrazón, por eso siempre intentamos construir puentes con nuestros adversarios políticos, nunca volarlos. El escenario político de las últimas semanas debería hacernos reflexionar a todos los demócratas. La batalla de Madrid, de tan infausto recuerdo en nuestra atroz Guerra Civil, se ha trasladado a un proceso electoral en pleno año 2021. Una suerte de contienda en la que, incluso, se han recuperado lemas que recuerdan al «vencedores o vencidos». Es el camino al abismo.

Por eso me siento especialmente orgullosa de pertenecer a un partido que ha hecho del pacto y el diálogo su forma de ser. Un partido que condena las amenazas y denuncia la incitación a la violencia, en Castellón y en Madrid, en cientos de municipios del territorio nacional en los que la vacuna Astrazéntrica ha logrado tener representación. Ayer mismo Edmundo Bal lo explicaba de la mejor forma posible: «los ciudadanos están hartos de esta campaña guerra civilista, de buenos y malos, en este país cabemos todos».

El próximo 4 de mayo toca vacunarse, por ti y por todos. El mejor antídoto contra el totalitarismo y los nacionalismos excluyentes siempre será Ciudadanos. Para eso nacimos, para eso seguiremos existiendo.

Portavoz de Ciudadanos en la Diputación Provincial y teniente alcaldesa de Benicàssim