Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son los evangelios del siglo XXI, nuestra buena nueva, la buena noticia que marca grandes metas para la humanidad. Son, en cierto sentido, la Biblia de nuestro tiempo, o en términos filosóficos, una plasmación de las ideas regulativas kantianas. Conocidos también como Agenda 2030, marcan un gran plan mundial a favor de las personas y del planeta que se desarrolla en 17 objetivos y que quiere asegurar un progreso social y económico compatible con la conservación del medio ambiente y el futuro de nuestra casa común: el planeta Tierra. Si hay un concepto clave que aparece ya en su título y en distintos objetivos, es el de ‘Sostenibilidad’. Veamos algunos ejemplos: Objetivo Sexto: «Garantizar la disponibilidad del agua y su gestión sostenible». Séptimo: «Garantizar el acceso a la energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos». Octavo: «Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible». Noveno: «Construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación», etc, etc. El último, el decimoséptimo, quizás los sintetiza: «Fortalecer la alianza mundial para el desarrollo sostenible».

El término ‘sostenibilidad’ no aparece en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, pero en el Informe de la ONU de 1987, que acuñó el concepto ‘Desarrollo sostenible’, las cosas quedan claras y diáfanas: «Se trata de satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades. Los tres pilares que se relacionan en el Desarrollo Sostenible son la economía, el medio ambiente y la sociedad. La finalidad de su relación es que exista un desarrollo económico y social respetuoso con el medio ambiente».

Equilibrio

Equilibrar esos tres pilares: economía, medio ambiente y sociedad, no es fácil, y las administraciones públicas tienen que hacer uso de distintas figuras jurídicas de protección medioambiental. En la Comunidad Valenciana están los Parques Naturales, los Parajes Naturales Municipales, las Reservas Naturales, los Monumentos Naturales, los Paisajes Protegidos y las Microrreservas de Flora, además las Zonas LIC (Lugares de Interés Comunitario), zonas ZEPA (Zonas de Especial Protección para las Aves) que forman parte de la Red Natura 2000 y, al parecer, según hemos sabido esta semana, se preparan zonas ZEC (Zonas Especiales de Conservación) que limitarán el senderismo, la escalda o el barranquismo.

La gran mayoría de estas zonas protegidas se encuentran en espacios naturales del interior de nuestra Comunidad y allí, entre otras especies a proteger, está la especie humana, que ya lleva años abandonando ese hábitat. Supongo que no estará en la mente de nadie la idea de que los humanos abandonen definitivamente estos hábitats. No habría catástrofe medioambiental mayor que gran parte de nuestro territorio quedara deshabitado, que la especie humana se circunscribiera a grandes núcleos urbanos y el medio natural, nuestro territorio, deviniera en una suerte de selva inmaculada o un parque temático de fin de semana donde, para solaz de los urbanitas, se pudiera pasear y contemplar distintas especies de animales y plantas. Un bioparc a lo grande, ¡vaya!

Quiero pensar que ese no es el ideal de nadie, y en consecuencia habrá que repensar en su globalidad el concepto de desarrollo sostenible y sus tres pilares. El pilar del medio ambiente hay que compatibilizarlo con el pilar de la economía y el de la sociedad, y sería nefasto no contar con la especie que vive y habita el territorio a la hora de establecer nuevas figuras de protección medioambiental. La despoblación, además de una catástrofe social, es también una catástrofe medioambiental, y cuando los habitantes de los pueblos sitos en los parques naturales ven sólo inconvenientes y prohibiciones, sin ninguna ventaja, cuando un agricultor del Maestrat o una ganadero de Els Ports espera meses y meses el permiso para su transformación agrícola o su granja, cuando un proyecto o iniciativa de un pueblo de interior se abandona porque no llega la licencia medioambiental, estamos perdiendo todos, todos, también aquellos que confunden ecología con ecolatría y tienen una visión muy sesgada y parcial del concepto de sostenibilidad.

Presidente de la Diputación