Desde la recordada y nefasta foto de Colón en febrero del 2019, la política española ha ido experimentando una creciente confrontación desmedida que ha traído al seno de la democracia posturas verdaderamente peligrosas.

Partidos políticos que nacieron de centro y que con su deriva radical, dejaron huérfanos a un electorado que sí creía en la moderación y en la democracia como herramienta para el consenso y los acuerdos.

Desde las épocas más oscuras de nuestro país, no veíamos cómo el diferente era señalado y juzgado, no vivíamos descalificaciones y amenazas a aquellos que libremente hacen uso de su palabra. El fascismo y las posturas reaccionarias de muchos dirigentes nacionales han dado carta blanca a aquellos que quieren destrozar nuestro sistema y nuestras libertades.

Se empieza por señalar al culpable de los males de los verdaderos españoles, con la crítica al libertinaje de la homosexualidad, con el pin parental, con la eliminación de competencias autonómicas o la reducción de sanidad y educación para favorecer siempre a los poderosos y acabamos con totalitarismos enaltecidos por los símbolos nacionales.

En el 2021, sí debemos hablar de democracia o de fascismo, sí debemos recordar todo aquello por lo que hemos trabajado y recordar que ellos, esos que podemos clasificar en patriotismo de pulserita, son los que defienden solo su España.

La España de todos, la multinacional, la tolerante y la del respeto, la integradora y feminista, la ecológica y de servicios públicos de calidad tiene que seguir luchando para que nuestro país sea referente mundial en avance y progreso.

Acabo recordando que, como es lógico, no se puede alimentar al fascismo y después querer estar del lado de los demócratas.

Alcaldesa de Oropesa