Los medios se han hecho eco de los resultados del primer Eurobarómetro general desde el inicio de la pandemia. El personal sanitario se convierte en el colectivo profesional que más confianza transmite a la población española. Se preguntarán dónde se encuentra la clase política en este informe. Pues bien, el 90% de los españoles y españolas desconfía de los partidos. Las conclusiones que debemos sacar son muy claras: o cambiamos nuestra forma de trabajar y relacionarnos con la ciudadanía, o nuestra reputación seguirá por los suelos.

Siempre he creído que la política es el arte de lo posible y que son aquellos que recelan de la democracia los que instan a la ciudadanía a desinteresarse por los asuntos públicos. Lo cierto es que llevamos unas semanas siendo testigos del circo mediático que algunos partidos están promoviendo. La política no es un eslogan. Los y las que nos dedicamos a la gestión pública deberíamos tener claro que gobernar no es un juego y una campaña electoral no debería ser un espectáculo plagado de insultos, frases vacías y juegos de palabras sin contenido.

Parece lejana la época en la que los salones de plenos de las instituciones públicas eran espacios de debate real, ejemplo de respeto, seriedad, implicación y cooperación. Es triste y desesperanzador que nos hayamos acostumbrado a ese nivel de violencia verbal tan elevado. Hace unos años era impensable que los insultos, el negacionismo de la violencia machista, la homofobia y el racismo tuvieran representación.

Estrategias basadas en las fake news

Esta violencia verbal, las estrategias basadas en las fake news propias del trumpismo y la estrategia mediática del eslogan y la palabrería simplista han contribuido a poner en el punto de mira, más si cabe, a muchos representantes políticos de este país. La incitación al odio genera monstruos sociales y desprecio a los gobernantes. Me pregunto, ¿cómo van a condenar la violencia hacia dirigentes políticos aquellos partidos que la incitan desde las instituciones?

Honestamente, la realidad de Castelló no se aleja de aquella que viven las altas esferas de la política española. No tenemos a un Pablo Casado con sus manipuladores discursos, pero tenemos a la portavoz del PP, Begoña Carrasco, que sigue los mismos pasos basados en la crispación social y la repetición de mentiras. Además, nuestro PP local actúa con la misma estrategia que la ultraderecha nacional. Si más no, superaron los límites de la indecencia al realizar una campaña de desprestigio personal contra un miembro del equipo de gobierno. ¿Es que eso no es crear odio y violencia?

Como no tienen proyecto político, se limitan a poner palos sobre las ruedas a las iniciativas que quieren cambiar nuestra ciudad. Les resulta molesto que nuestro municipio deje de ser conocido por la corrupción para ser ejemplo de modernidad y gestión de proyectos europeos, entre otras cosas. Es el partido del «cuanto peor, mejor», de Mariano Rajoy, que tenía mucha más educación que los actuales dirigentes del PP, a pesar de haberme mostrado siempre antagónico a su gestión.

En definitiva, es posible que me tachen de optimista, pero la política del odio tiene sus días contados. Los partidos de progreso seguiremos en pie para que siga gobernando la tolerancia, la justicia social y el diálogo.

Portavoz del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Castelló