En el meridiano de la legislatura en la Comunitat Valenciana, y con el ruido de fondo de las elecciones autonómicas en la Comunidad de Madrid, los valencianos encontramos que las políticas que desarrolla el president Puig, están sin pulso y marcadas por una sumisión sin precedentes a los dictados del Gobierno de España.

Puig, en la nueva etapa Botánica, ha buscado un perfil más institucional, apartado de la calle, con una apariencia más moderada, y pronunciando términos como consenso y diálogo al son que el argumentario partidista le marca. Lo cierto es que nadie se cree esa cara amable que aparenta Puig, cuando ha logrado radicalizar a la Comunitat con sus pactos social comunistas, como nunca se había visto en esta tierra. Puig cuando habla de consenso, nos sube los impuestos, cuando habla de diálogo nos impone la lengua o el tipo de educación, eso si, para que no se note lo hace calmado y con una cara de no haber roto un plato en la vida. Pero como la veteranía es un grado, también hace que todos sepan como piensa, como actúa, y qué pretende Puig, aunque nos muestre una cara diferente.

Pero si curiosa es la escenografía emprendida por Puig, no menos sorprendente es la forma de actuar ante un gobierno socialista con tintes comunista en España. Si Puig nos mostró su lado más combativo ante un Gobierno de España gobernado por el PP, ahora nos muestra su quietud, sumisión y silencio ante el gobierno de Sánchez.

Nuevamente Puig nos muestra con sus actos, que no con sus aparentes gestos, que es socialista por encima de president de los valencianos. Defender los intereses de los valencianos ante Sánchez no forma parte del argumentario que a modo de relato pretende construir. De hecho, tal es el grado de levedad de sus reivindicaciones, que sin ninguna duda cuando Puig acude a la Moncloa, las pocas veces que va, debe encontrase el cartel en la puerta que pone aquello de «no molestar». Lo peor no es que pueda existir ese cartel, lo peor es que Puig, con sus actos y hechos, lo cumple literalmente y se muestra callado, sumiso ante los atropellos manifiestos que Sánchez realiza en nuestra Comunitat, cuya legitima obligación de defensa tiene la primera autoridad de la Comunitat, a la sazón el Sr. Puig.

La factura

Más de 5.400 millones de euros es la factura que, a día de hoy, adeuda Sánchez a la Comunitat, con el silencio cómplice de Puig. Son 5.400 millones que debían estar en el bolsillo de los valencianos, dado que a golpe de silencio y con cara de no romper un plato, Puig en lugar de pedírselo a Sánchez, se lo pide con impuestos a los valencianos. No en vano, cada silencio de Puig a Sánchez, es una subida de impuestos.

Financiación autonómica, dependencia, desplazados sanitarios, políticas de empleo y el IVA no pagado, son los conceptos que engrosan la cuenta de los 5.400 millones del sinpa de Sánchez a los valencianos.

La falta de firmeza, la ausencia de pulso, la manifiesta sumisión de Puig al gobierno de Sánchez, provoca que se duplique la deuda pendiente, dado que mientras no se reclama al Gobierno de España, si que se reclama a los valencianos, vía subida de impuestos, y vía deuda. Puig ha endeudado a todos los valencianos en más de 10.000 millones. El silencio y el acomodo socialista en sus gestos tiene ya una factura muy alta.

No suficiente con eso, hemos comprobado por medio del informe de la Sindicatura de Comptes del 2019, que el año anterior a la pandemia, y durante el año electoral (2019), Puig dejó de pagar facturas por importe de 3.500 millones, que la tasa de temporalidad pública era del 61,1%, y los fijos representaban el 38,9%, la cifra más baja de la historia de la Comunitat.

Todos estos hechos, todas estas razones, pueden concluir que la quietud, el silencio, la sumisión de Puig ante Sánchez, debilita a la Comunitat, perjudica a los valencianos, demostrando que primero Puig es socialista y después defensor de los valencianos, aunque la nómina de lo segundo la paguemos todos los valencianos.

Diputado del PP en Les Corts