Este fin de semana he leído atónito un artículo de la portavoz del PP de Castelló, en el que acusaba al PSPV-PSOE de faltas de respeto, tras un pleno tenso (uno más) con espectáculo de espantada incluido. El salón de plenos, desde que el PP está en la oposición, se ha convertido una vez al mes en el circo particular del PP, en el que todo vale. La señora Carrasco llama a la primera edila «alcaldesa del plasma», por seguir las recomendaciones sanitarias y no convocar plenos presenciales durante la época más dura de la pandemia, al igual que, por ejemplo, hace su compañero de partido, el alcalde de Alicante. Dice esto y luego se indigna porque mi compañero José Luis López le diga que tiene la «cara muy dura», tras polemizar de nuevo sobre la reforma de la avenida de Lidón. Una remodelación que ya contemplaba el PP en el 2007 en su Plan de Movilidad. Pueden llamar de manera despectiva «jarrón chino» a la alcaldesa, pero si a ella se le dice que «tiene mucho morro», salta de la bancada a chillar y a hacer aspavientos.

Llama la atención que la heredera de Fabra, de Camps y de Rita, y quien tiene como referente a Díaz Ayuso, tenga la piel tan fina cuando alguien le planta cara en el pleno. Es la doble vara de medir de la señora Carrasco, que incluso ha intentado sacar rédito político del ciberataque sufrido por el Ayuntamiento, en vez de actuar de manera responsable y cerrar filas con el gobierno. Esa vileza que la caracteriza no puede ocultar las carencias de la señora Carrasco como supuesta líder de la oposición. Los resultados electorales desastrosos que tiene a sus espaldas y el espectáculo que intenta montar en cada pleno, son síntomas evidentes del miedo que la invade de que su partido la dilapide (igual que han hecho con Bonig) sabedor que con ella al frente, el resultado electoral será igual o peor.

Portavoz adjunto del grupo municipal socialista de Castelló