Curiosamente, uno de los articulitos de esta columna que, al parecer, más ha gustado a los lectores, fue aquel en el que llevé a cabo un análisis semántico de la pluralidad de significados o usos de la palabra «collons». Confluían en la aceptación, sin duda, el carácter libidinoso del vocablo y la curiosidad de su polisemia. Por fortuna, a nadie pareció inconveniente la gacetilla. Bueno, pues para satisfacción de quienes disfrutaron con él, evoco una de las anécdotas de la historia que, al parecer, tiene de auténtica lo que un billete de seis euros, pero que ha pasado o pasa por tal a lo largo de muchos siglos.

Se cuenta, que en la Roma clásica, cuando un ciudadano declaraba ante un tribunal de justicia, lo hacía cogiéndose los testículos con la mano derecha y apretándolos. Este gesto tenía la simbología del dolor que podría sufrir si perjuraba ante la magistratura. Por contra, el Derecho Romano leído en las fuentes jurídicas antiguas, como las Instituciones de Gayo el Digesto, de Justiniano, nunca mencionaron este ritual. Ahora, según el Manitú Corominas en su diccionario, el término testículo significa alegato de la virilidad, teoría que podría conectar con la tradición heredada del poeta Plauto en su comedia Anfitrión. En ella Júpiter se hace pasar por el personaje que da título al argumento, para acostarse con la bella Alcmena quien, nueve meses más tarde, dio a luz a Hércules. La esposa, creyendo siempre que estuvo con su consorte, cuando la acusaron de serle infiel con Júpiter contestó: «mihi quoque adsunt testes, quid illud quod ego dicam adsentiant» (tengo testigos/testículos, que afirman lo que yo digo). Por supuesto los alegatos de su honestidad eran las turmas de su marido, con quien pensaba haber pasado la noche. Y, la pobre, tenía razón, suplantado, pero era su marido.

Cronista oficial de Castelló