Pablo Iglesias, sin apearse de la verborrea que ha llevado al fracaso a él y a Pedro Sánchez, ha dicho adiós a la política para seguir haciendo política desde las plataformas del multimillonario catalán Jaume Roures. Controvertido personaje de la comunicación, Roures declaró en su día al periódico francés Libération que «no trabajo, milito». Seguro que harán buen tándem. Sin embargo, en Moncloa el tándem Sánchez-Redondo está sufriendo los efectos de la debacle socialista en la Comunidad de Madrid, que ha situado al PSOE como tercera fuerza política, por detrás de Más Madrid y la pérdida de 13 diputados regionales. La larga noche del 4-M culminó con Génova a rebosar de militantes y simpatizantes del PP, rememorando pretéritos días de triunfo y gritando el nombre de Ayuso, la protagonista de un histórico varapalo para el conjunto de la izquierda madrileña, que ha naufragado en los 21 distrito de la capital, salvando la situación en solo dos pueblos de cien habitantes. Tremendo.

El efecto Ayuso, que puede extenderse como la pólvora en el resto del país, ha descolocado a los mandamases socialistas, que en la noche del martes dejaron a Ángel Gabilondo más solo que la una. Esta vez la agudeza del spin doctor Redondo y la suficiencia de Sánchez han fallado cual escopeta de feria. Mientras tanto, descolocados, oímos tonterías de boca de Carmen Calvo, sin apearse del lenguaje de la crispación, y declaraciones en el estilo me como el marrón por parte de Ábalos. Al único sensato que hemos oído en estos días de dolor socialista es a Javier Lambán, presidente de Aragón, que pide al PSOE «rearmarse como alternativa socialdemócrata moderada». El influjo de Iglesias ha sido letal.

Periodista y escritor