Carles Puigdemont era un mediocre alcalde de Gerona que por las circunstancias sucedió a Artur Mas cuando este se rajó como presidente de la Generalitat catalana por Junts pel si. Sí, con apoyo de la CUP el 10 de enero de 2016.

El 7 de septiembre de 2017 se aprueba la Ley de Transitoriedad con 70 votos a favor de 135, entraría en vigor si el Sí ganaba en el referéndum del 1 de octubre. El gobierno español aseguraba que no se iba a celebrar. Pero se hizo con la colaboración de los mossos d’esquadra de Trapero que no acatan la orden judicial. Sí lo hace la Policía Nacional y la Guardia Civil, lo que aprovechan los golpistas para dañar la imagen internacional de España.

Felipe VI, con un discurso histórico, defiende la democracia. Mientras, miles de empresas abandonan Cataluña. El 8 de octubre, un millón de personas con banderas españolas salen a la calle en Barcelona para defender la ley y el orden.

El 27 de octubre se declara la república catalana; el mismo día, ante la situación, el Gobierno aplica el artículo 155 de la Constitución española, pero se queda a medias, convoca elecciones y es más de lo mismo.

El 28 es cesado y es puesto en busca y captura. El PP de Rajoy y Soraya se equivocó una y otra vez. Lo que viene de tiempo atrás, 40 años de adoctrinamiento antiespañol, desde Pujol sembrando odio hasta el ínclito Puigdemont, que culmina el disparate.

Han creado un grave conflicto y una ruptura de la sociedad civil. Para colmo es un cobarde que elude su responsabilidad huyendo.

Vive plácidamente en Waterloo sorteando la justicia. Ya caerá.

*Notario y doctor en Derecho