Hermanos: pensemos con la cabeza y no con las vísceras. Es cierto que lo que nos sale de las tripas a todos suele ser lo que se hace por regla general. Y por eso hay familias que están partidas, amigos íntimos que no se hablan e incluso guerras civiles. Pero razonemos un poco antes de decidir cual va a ser nuestra postura.

Cataluña ha ido creciendo en independentistas en la última década desde que el Partido Popular recurrió el nuevo Estatuto de Autonomía catalán hasta que este fue anulado por los magistrados del Tribunal Supremo, pese a que el Estatuto andaluz y el valenciano dicen prácticamente lo mismo y ahí siguen sin que nadie los haya impugnado (GAD).

También tuvieron algo que ver las toneladas de (presunta) corrupción del Molt Honorable Pujol y compañía, y la reacción de la clase política catalana de defensa de sus corruptos.

El negocio no le fue nada mal al Partido Popular: desaparece en Cataluña pero consigue el nacimiento de un nacionalismo español en el resto del estado que le genera un buen número de votos. No hay nada como crear un enemigo común.

Pues ante una situación de enroque como la que se sufre solo caben apuestas valientes como la que propone Pedro Sánchez y caminar hacia el entendimiento y, de paso, deshinchar a los independentistas poco a poco.

Ahora sí, el indulto del delito, que no es una amnistía, deberá dejar claro que solo es en cuanto a la prisión, y que deben seguir quedando inhabilitados para la vida pública. Será la única manera de que no sea posible el «ho tornarem a fer». Por lo menos para estos.

Mientras tanto sigamos hablando. Que hablar, dialogar y razonar es el mejor antídoto para el dolor de tripas.

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