Excelentes regueros de tinta han loado la figura de Joaquín Farnós Guachía a lo largo de los últimos días y se ha dicho prácticamente todo de quién ya forma parte notable de la memoria de Castellón. Personalmente sentía tanta admiración como afecto por el hombre bueno, sabio, cabal y comprometido que siempre fue. Nunca olvidaré la generosidad y empatía con las que me obsequió en cierto momento difícil, dando muestra de que el humanismo que defendía era de verdad. Joaquín Farnós representaba la figura del político centrado, dialogante, volcado en corazón y alma con la tierra en la que nació. Con la emoción contenida Vicente, uno de sus hijos, recordaba en una emisora que el funeral sería en el mismo templo en el que fue bautizado: la concatedral de Santa María. Primero como médico pionero en la rehabilitación y más tarde en la faceta de político, para él la sociedad castellonense constituyó el motor que lo impulsaría en una vida llena de logros y entrega por su tierra.

Joaquín Farnós fue uno de los personajes clave en la apertura del camino democrático de la mano de Juan Carlos I y Adolfo Suárez. Contribuyó, como senador de UCD, en la elaboración de la Constitución del 78, el texto fundamental que más garantías de libertad y prosperidad ha proporcionado a los españoles. Culto y de amplias miras, nunca comulgó con sectarismos, esgrimiendo en todo momento un talante de diálogo y concordia. Joaquín Farnós representaba el espíritu de la Transición, que tan inteligentemente nos llevó al club mundial de las libertades, encarnado por una providencial generación de servidores públicos, añorados en estos momentos de incertidumbres y mediocridades en los liderazgos.

Periodista y escritor