Según los datos que nos ofrecen todas las encuestas es evidente que la política española está viviendo un cambio de ciclo. Y cuando me refiero a encuestas hablo de todas ellas, independientemente del medio donde se publiquen o la intención con la que se hagan. Eso sí, siempre desde la perspectiva de que una encuesta es una fotografía fija de un momento determinado que puede variar en cualquier instante a favor o en contra. La política se ha convertido en algo tan cambiante en tan poco tiempo que lo que es admitido como válido hoy es rechazado la semana siguiente.

Pero insisto en que desde hace un tiempo esa necesidad de cambio en el panorama político está calando en la sociedad, en el ciudadano de a pie que se levanta todas las mañanas para acudir a su puesto de trabajo e intenta hacer una vida normal con todas las dificultades actuales.

Son ya muchas las decisiones del Gobierno de España que han causado una reacción contraria entre los españoles y que apuntan a Pedro Sánchez y a sus ansias desmesuradas de poder como únicos culpables, visión que comparto plenamente. La subida abusiva de la tarifa del consumo eléctrico, la crisis migratoria en Ceuta y Melilla, la situación laboral de los MIR, la falta de inversiones en infraestructuras productivas, el cierre de las fronteras por parte de países que evitan que sus ciudadanos vengan a España a pasar sus vacaciones, el aumento de los aranceles a los productos nacionales en Estados Unidos, los criterios dispares en cuanto a la vacunación… En definitiva, requeriría más de una columna para enumerar todos los conflictos abiertos que tiene nuestra nación en estos momentos y, lo peor de todo, muchos de ellos creados por el mismo Gobierno de manera innecesaria.

Pero quiero centrarme en una de estas decisiones polémicas que está haciendo que centenares de miles de españoles se acerquen a las mesas que el Partido Popular ha desplegado por toda la geografía nacional. Sin lugar a dudas, la concesión de los indultos a los golpistas e independentistas catalanes por parte de Pedro Sánchez ha generado un sentimiento que ha movilizado a mucha gente de ideologías diversas, incluso socialista, a plasmar su firma como muestra del rechazo a esa iniciativa gubernamental.

No todo tiene un precio. La dignidad no se puede comprar ni vender y mantenerse en la Moncloa no es motivo suficiente para entregar España a aquellos que solo quieren destruirla y engordar con las debilidades y ambiciones de un presidente de Gobierno que antepone sus intereses personales por encima de los generales sin tener nunca en cuenta las consecuencias que pueden provocar decisiones como esta.

España es algo muy grande con más de cinco siglos de historia que ha sobrevivido a malos gobernantes y en esta ocasión también lo hará. Pero para ello el pueblo, como hizo tantas veces durante el pasado, tiene que despertar. Que la pandemia no nos ciegue y seamos mucho más inteligentes que aquél que pretende conservar sus privilegios a costa de la desgracia de los demás.

El tiempo pasará, las urnas cambiarán al Gobierno y España continuará.

Diputado por Castellón del Partido Popular en el Congreso