Querido/a lector/a, he leído en el titular de algún periódico que, el domingo pasado, el presidente Sánchez se jugaba su futuro. Aseveración que aunque sonaba exagerada y parecía más un deseo de algunos sectores sociales que una realidad posible, he de reconocer que tenía fundamento. Tanto que si la concentración de Colón hubiese tenido una concurrencia superior a la anterior, las elecciones primarias del PSOE andaluz las hubiera ganado Susana Díaz y, al tiempo, la dirección de Podemos hubiese pasado a los contrarios de los pactos con el PSOE, no cabe duda de que a Sánchez se le complicaba la existencia. O dicho de otra forma: nunca tuvo un presente sencillo, pero si al desgaste de gobernar, al covid y a sus consecuencias, a la minoría que sufre en el parlamento, al desajuste de Cataluña y a los indultos... se le sumaba la pérdida de influencia en la organización territorial más importante del PSOE y, de paso, aparecían desavenencias con los socios que podían afectar a la estabilidad del gobierno, es evidente que el futuro no le iba a ser fácil.

No obstante, y aún reconociendo que me pueden acusar de romántico por dar la impresión de que me fijo más en la forma que en el fondo, manifiesto que lo que más me ha llama la atención de este fin de semana es que, a pesar de la situación que vive España, el PSOE mantiene elecciones primarias para elegir a algunos de sus dirigentes. Lo digo porque el PSOE de González y Guerra las ignoró para evitar desajustes. Incluso el PP de ahora le sugirió a Isabel Bonig que no se presentara a primarias para que saliera sin contestación el candidato elegido (por Madrid) para el País Valencià. Por lo tanto, actitud valiente por parte del PSOE, la de reconocer aunque sea de vez en cuando y pase lo que pase, que los partidos y la política son proyectos colectivos que reclaman la participación.

Analista político