Este domingo, 27 de junio, celebramos en nuestra Diócesis la solemnidad de San Pedro y San Pablo por ser el día 29 laborable en nuestra comunidad autónoma. En este día celebramos también el Día del Papa y tendrá lugar la colecta del Óbolo de San Pedro. Es un día para recordar en primer lugar a San Pedro y San Pablo, columnas de la Iglesia y heraldos del Evangelio. Los dos anunciaron el Evangelio y congregaron la única Iglesia de Cristo, y ambos fueron coronados por el martirio en Roma a causa de la fe en Cristo Resucitado y el anuncio del Evangelio.

Al celebrar a San Pedro tenemos un recuerdo especial por el Papa como sucesor suyo en el ministerio que Jesús le confió. Jesús lo eligió para ser su Vicario en la tierra, y el apoyo firme de la fe y de la vida de todos sus discípulos. «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» y «he orado por ti para que tu fe no desfallezca», dice Cristo a Pedro. El ministerio de Pedro se perpetúa en el Obispo de Roma, hoy el papa Francisco: como Vicario de Cristo en la tierra garantiza la unidad en la fe de todos los cristianos y de todas las Iglesias diocesanas. Los católicos sabemos que nos encontramos dentro de la corriente viva de la fe de los Apóstoles, que arranca del mismo Cristo, si estamos en comunión con el sucesor de Pedro, con su persona y su doctrina en cuestiones de fe y de moral. Es la garantía para saber que nuestra fe es auténtica, que somos verdaderos discípulos de Jesús.

La misión del Papa se ha hecho particularmente difícil. Los últimos Papas, también Francisco, están siendo bandera discutida, como lo fue Jesús. Las críticas de unos y otros, los rechazos de su misión, las protestas en cualquier lugar de la Iglesia, las tempestades externas a la Iglesia y los graves pecados de sus miembros, en especial de miembros destacados de la jerarquía, cargan sobre sus hombros. Hemos de estar muy cerca del papa Francisco con nuestra comunión efectiva y afectiva.

Obispo de Segorbe-Castellón