Opinión | AL CONTRATAQUE

Las ranas y el urbanismo del Riu Sec (I)

Amigos y vasallos del Omnipotente, cobijados bajo el manto de su madre Santa María del Lledó. Vecinos de Castelló del Riu Sec. Con la paciencia del bíblico Job y devota atención, seguí el pasado lunes por las redes sociales la sesión extraordinaria del consistorio de la capital de la Plana. Un pleno del Ayuntamiento de tema único: la aprobación del Plan General de Ordenación Urbana. Uno no sigue en las redes sociales estos plenos municipales con la intención de autoflagelarse, cediendo a una perversa tendencia masoquista. Tampoco los sigue por tal de practicar el deporte del aburrimiento, aunque el pleno extraordinario de lunes fue tedio, sopor y largo en exceso.

En el pleno hubo ausencia de exabruptos y verborrea altisonante, y es de agradecer que no la hubiese como la hay en demasiadas ocasiones. El sopor vino por las intervenciones reiterativas que no aportan nada, y ya son conocidas antes de comenzar la sesión. Por el gobierno, en nombre de los socialdemócratas del País Valenciano, de Compromís y de Podemos, intervienen José Luis López, Ignasi Garcia y Fernando Navarro, y vienen a decir lo mismo. Begoña Carrasco y Marín-Buck suben al estrado en representación de la oposición, e ídem del lienzo y más de lo mismo. Y otro tanto puede indicarse sobre las dos intervenciones de la munícipe principal Amparo Marco.

De forma muy tenue se saltaron el guion preestablecido en dos ocasiones. En la primera de ellas, el portavoz de Vox, con bajo tono negacionista, aludió a la inexistencia de problemas climáticos, porque hoy en día las zonas verdes del Planeta son más extensas que en el pasado, dice. Seguramente tiene bien aprendidos los discursos negacionistas de Abascal, Trump y Bolsonaro, y está convencido de que el coronavirus desaparece bebiendo lejía en un porrón. Y la segunda ocasión, un pelín más seria, fue cuando Navarro, el de Podemos, aludió al hecho de que las normas y directrices urbanísticas que se iban a aprobar, quizás serían ejecutadas en tiempos más o menos inmediatos por gobiernos municipales de otro signo político, al fin y al cabo algunos aspectos de las nuevas ordenanzas tienen su origen en anteriores consistorios del PP. Y eso se llama pensar con ausencia de sectarismo doctrinal en una buena gestión.

Algo debería de cambiar en estos plenos en la Casa de la Vila castellonense, para que llegue una información cabal a la ciudadanía del Riu Sec. Es harto curioso que, en conversación informal con algún miembro del consistorio, uno se entere de algunos aspectos concretos de cuanto podrá ser el futuro urbano de Castelló. Datos, por ejemplo, concretos en torno al número de viviendas que quedan por terminar y vender en el epicentro de la segunda crisis económica. Eso lo realiza, sin censura ni trabas, entre otros, José Luis López.

Y es que el urbanismo de nuestra ciudad suele tener visos de desaguisado desde hace siete décadas. Casi tanto tiempo como el que llevaban las ranas de la fábula de Esopo en su charca anárquica y desordenada, pero viviendo felices. A comienzo de los años sesenta del pasado siglo XX, cuando durante el desarrollismo tardofranquista se inició el despegue económico en Castelló del Riu Sec, entonces, digo, se inició también aquí la carrera hacia una modernidad urbanística y arquitectónica peculiar. Sabido es que la lenguas viperinas de acá y acullá, hablan del modelo urbanístico castellonense como del modelo que nunca debe hacerse; otras, más moderadas, indican que el clima es bueno, la comida sana y la población acogedora, mientras observan los edificios de veinte plantas en calles estrechas, que ocultan el sol.

De atrás, de muy atrás, le viene la punta al garbanzo urbanístico castellonense. Tendremos que recordar, y llegar hasta hoy, si el calor nos lo permite. Y no dejaremos de lado a Esopo y la fábula de los batracios.

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