Querido/a lector/a, el viernes pasado escribí un corto en el que decía que la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, se hacía de notar porque, posiblemente, era la mejor ministra de Trabajo de la democracia. O dicho de otra forma, su papel ha sido esencial para la subida del salario mínimo, la prohibición de los despidos durante la pandemia, la firma del acuerdo que cambia el rumbo de las pensiones, etc. ´

Pero, ese mismo día, los periódicos anunciaron el fin del idilio entre la CEOE y la ministra de Trabajo. Y lo digo porque la CEOE o, mejor dicho, el grupo de estudio de la gran patronal, calificaba de «marxista» y de «inasumible» la propuesta de reforma laboral que les había presentado el Gobierno, la ministra de Trabajo.

La verdad es que no me suenan raros esos calificativos. Y es que quienes elaboran el estudio son burócratas anónimos que no se presentan a las elecciones y, además, su empleo y sueldo depende del sector más reaccionario de la CEOE, de quienes hicieron llorar a su presidente, A. Garamendi, por reconocer el derecho del presidente, P. Sánchez, a conceder el indulto a los presos del procés.

En todo caso, y para que nadie se deje llevar por análisis impresentables y pueda decidir con criterio propio, cabe advertir de que lo único que ha pedido la ministra es que, ante una reforma impuesta sin diálogo ni concertación social en el 2013 por Rajoy, se deberían reducir los contratos temporales (el 10% en la UE y el 25% en España), restringir las subcontrataciones (sinónimo en España de salarios bajos, accidentes laborables, despidos sin indemnizaciones, excesiva contratación temporal...) y eliminar la prevalencia del convenio de empresa sobre el de sector (algo nuevo e impuesto que rompe la homogeneización laboral). Y es que algunos de estos personajes ni quieren a España ni a sus trabajadores.

Analista político