Hermanos: No es ninguna novedad que los techos de las casas donde vivís reciben sol todos los santos días. En verano un sol inmisericorde y en invierno, la mayoría de las veces, un sol agradable. Sin embargo, no los utilizamos para nada más que par aquello que fueron inventados: para resguardarnos tanto del sol como de la lluvia.

Todavía son muy pocos aquellos que se han dado cuenta de que pueden servir para mucho más. Que tienen un potencial bárbaro, tanto desde el punto de vista ambiental, como tecnológico como paisajístico.

Ambiental y económicamente hablando, muy pronto nos van a caer un chorro de ayudas para fomentar el autoconsumo eléctrico y, ahora que las placas solares ya empiezan a ser mucho más eficientes, vamos a disponer de una oportunidad magnifica para reducir nuestra huella ecológica y, sobre todo, nuestra factura eléctrica. Que no es ninguna broma.

Sin embargo, el problema puede surgir donde siempre: a la hora de ponerse de acuerdo los diferentes vecinos. Convocar la reunión. El pensar que podría ser necesaria una derrama extraordinaria. Que, si a ti te viene bien, pero a mí no. Que, como yo soy el del último piso, a ver si me va a hacer goteras o generar campos magnéticos que produzcan enfermedades. Nada nuevo. ¡Qué os voy a contar que no sepáis! Pese a ello, creo que vale la pena, primero informarse de las ayudas públicas y luego de las formas de financiación posibles. En algunos casos muy interesantes porque el bolsillo no se entera mucho.

Y si, ya puestos, os ponéis de acuerdo para gestionar un huerto o un jardín en la terraza de vuestro techo. Ya sería para nota.

*Urbanista