Rectificar es de sabios. Por muy manido que resulte, el refranero español suele ser infalible. Pablo Casado, esperanza del cambio en la España arrumbada por las incertidumbres y la acción de zapa contra el régimen democrático del 78, debería rectificar. No sólo Casado tiene en juego un cercano futuro, sobre todo es una gran parte de españoles la que reclama el cambio centrado, desterrado de dudas en el cumplimiento y defensa de la Constitución. El reciente episodio de Ceuta es sencillamente inentendible. El anatema contra Santiago Abascal llevado a la declaración pública de una institución que reside en el Estado de derecho nunca debió ser tolerado por el Partido Popular ceutí, seguramente cegado en el reduccionismo de una sociedad de complicado encaje.

Por mucho que se empeñen aquellos que pretenden reducir a escombros el proyecto de país que ha dado mejores réditos de libertad, paz y progreso a la nación española, Vox es un partido político legítimo que cumple con las reglas constitucionales y al que últimamente la Justicia ha dado la razón en acciones que han gustado poco a la izquierda. Abascal, con el que no comulgo en casi nada, tiene derecho a visitar Ceuta o cualquier otra ciudad para expresar su mensaje, lo cual no significa que esté en posesión de la verdad. La posición de Abascal es legítima, avalada por cuatro millones de votos, cuando manifiesta sus ideas y la ciudadanía, que es madura y reside en una de las democracias más sólidas del mundo, será quien saque sus propias conclusiones.

Las encuestas señalan un ascendente repunte del centro derecha que representa el PP y una estabilización de Vox que, en conjunto, de continuar esa tendencia permitiría una mayoría que haría posible el recambio del poder ejecutivo, ahora en manos de la coalición de gobierno PSOE y Unidas Podemos. Episodios como el acontecido en Ceuta en nada contribuye a generar las necesarias sinergias a las que está abocada a sumar el conjunto de la derecha española. Incluido Ciudadanos, aunque en estos momentos sea una opción residual, víctima de una estructura de partido equivocada, más el abandono del líder fundador, Albert Rivera, y las erróneas estratégicas de Inés Arrimadas. Empero, Arrimadas con buen criterio ha criticado el inexplicable papelón del PP ceutí encabezado por el veterano Juan José Vivas, que ayer volvió a ratificarse en tan inédita postura mientras recibió el apoyo de Martínez Almeida en calidad de portavoz nacional del PP. Provocando por parte de Vox la declaración de ruptura con los populares, decisión de hondo calado. Cabe recordar que el PP gobierna en Madrid, Murcia y Andalucía gracias al soporte de la formación de Abascal.

Volviendo a Arrimadas, ésta no ha dudado en calificar el repudio a Abascal de «inadmisible», comparando con las estrategias nacionalistas la iniciativa triunfante del denominado Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía, cuyo nombre resulta estrepitosamente contradictorio con hechos como el que se ha dado a conocer su portavoz, Fátima Hamed. El anatema no va con la dignidad ni con la ciudadanía, es contrario a la esencia misma de las libertades. En este lamentable caso, lo más grave no ha sido que un grupúsculo local plateara una moción populista que habría quedado en estrambote fallido dentro de un contexto de solera democrática. El hecho más clamoroso estriba en el posicionamiento del PSOE y la abstención del PP, este último tenía la llave para que la moción no prosperara. Como bien ha señalado Arrimadas: «Es una práctica idéntica a las empleadas por los nacionalistas para atacarnos a los constitucionalistas». Cayetana Álvarez de Toledo, exportavoz de los populares en el Congreso, tampoco se ha mordido la lengua, refiriéndose a la abstención de los suyos en la ciudad autónoma: «Es una incongruencia moral y un disparate estratégico». Rectificar es de sabios, señor Casado.

Periodista y escritor