He pasado una semana en la playera localidad alicantina de Santa Pola, con mis nietos mi hija Helena, su esposo y sus padres; maravillosas personas donde las haya. Vaya desde estas líneas mi gratitud y mi afecto por sus atenciones. En una de las jornadas, tras una apetitosa comida, en la que mi consuegra Asun, dio muestra de sus elogiables aptitudes culinarias, mi nieta Adriana, que cortaba la carne con cuchillo y tenedor, alcanzó su propósito al tercer intento. A la vista del hecho, le apostrofé con la popular frase hecha de «a la tercera va la vencida», que no dejó de sorprenderla. Obviamente, me reclamó la justificación del dicho. Para ser comprensible con una niña de seis años, tuve que ser tan lacónico como claro.

Pero pasando ya al terreno de este artículo, diré que los paremiólogos no parecen ponerse muy de acuerdo en cuanto a al origen de la máxima. Una explicación parece hallarse en el derecho penal de los siglos XVI y XVII, que decretaba la pena de muerte cuando se habían comprobado tres robos. La verdad es que la juzgo poco verosímil. En segundo lugar, significo que Gonzalo Correa, en su Diccionario de refranes, expone que podría proceder de la lucha cuerpo a cuerpo, en que se alcanzaba la victoria cuando uno de los contendientes derribaba a su rival en tres ocasiones. Otra opción era la de la sortija y justa, que concedía el premio a la tercera carrera, como señala Cervantes en El coloquio de los perros. La tercera hipótesis, que obtengo del glosario del lexicógrafo Esteban de Terrenos, justifica la procedencia, basándose en la distribución de las falanges romanas. La primera línea era la de los bisoños velites. La segunda la de los bastati y la tercera la de los triarios, valerosos veteranos. De aquí vino el adagio, cuando estos entraban en combate, de Ad triarios ventum est. Parece la más razonable de las explicaciones.

Un par de horas más tarde, cuando acababa de redactar esta croniquilla, se me acercó la criatura, propinándome el más tierno de los besos, para felicitarme por celebrarse en la jornada (ayer para el lector) el día de los abuelos. Yo no lo sabía pero a mí no pudo hacerme más feliz.

Cronista oficial de Castelló