Querido/a lector/a, leo un titular de prensa que dice que los jueces siguen marchándose de Cataluña pese al final del procés. Pero, cuando conozco el contenido de la noticia, me entero de que ese abandono es algo histórico, endémico. No es algo nuevo vinculado a la reciente historia de la independencia. Incluso, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña hace años que viene sugiriendo incentivos para corregir y evitar el goteo constante de salidas de jueces y fiscales a otras zonas.

Con ello no niego que, en estos últimos tiempos, cabe la posibilidad de que algún miembro de la peña judicial haya cogido la maleta porque, asuntos de naturaleza política que debían resolverse desde el diálogo y la palabra, han sido judicializados y les han llegado a su mesa. Repito, lo desconozco, pero acepto que algún fiscal o juez busque fuera de Cataluña la función social de resolver problemas más propios de su naturaleza jurídica. No obstante, todo indica que la fuga de Cataluña tiene poco que ver con el independentismo y mucho con un problema que se extiende por la Unión Europea y que, en ciertas especialidades, comienza a afectar a Cataluña. Digo que cada día que pasa resulta más difícil encontrar profesionales de alto nivel que quieran trabajar de funcionarios (en general) y, en el caso de Cataluña, además, de jueces y fiscales. Esa falta de vocaciones en los nativos hace que durante los primeros años de trayectoria profesional te destinen a Cataluña pero, provoca, si no existen estímulos añadidos, que la gente aproveche la primera posibilidad para volver a la tierra de la que viene que es la que conoce y donde vive su familia.

No obstante, si escribo este pequeño artículo es porque un titular incorrecto, por equivocación o mala leche, da una visión incierta de la realidad y dificulta lo esencial: el diagnóstico y la solución apropiada.

Analista político