Durante un largo tiempo, a nivel local y en plan chascarrillo, a Ripo se lo conocía en Castellón como el artista del régimen, en referencia a su amistad con Carlos Fabra. Muchas y diferentes obras de Juan García Ripollés pueden verse en la capital y en otros puntos de la provincia, siendo la más mediática la escultura que preside la rotonda de entrada al aeropuerto ubicado en Vilanova d’Alcolea, en la que el genio de Alzira tiró el resto en una alegoría que podría tener su símil, en otro estilo, con la escultura de Nelson en Trafalgar Square. Empero, Ripo es el más universal de los artistas castellonenses ---uno no es de donde nace sino de donde pace--- una figura reconocida en los más exigentes foros pictóricos y escultóricos, un referente cultural de gran relevancia que estos días viene siendo noticia por la desaparición de su obra Titiriteros del catálogo de lo que el alcalde Antonio Tirado (1979-1987) concibió como Museu a l’Aire Lliure, empleando medianeras de edificios situados en puntos estratégicos de la ciudad.

La falta de tino y ausencia de coordinación entre los departamentos municipales de Cultura y Urbanismo debería poner la cara colorada a sus responsables, además de propiciar consecuencias por incompetencia. Departamentos que estos días pasados han entrado en el infumable juego de quítame allá esas pajas. La líder del PP, Begoña Carrasco, ha calificado la anómala situación de «barbaridad» exigiendo, junto al portavoz de Ciudadanos, Alejandro Marín-Buck, explicaciones ante el pleno. La imagen que está dando el Ayuntamiento contribuye a empeorar el grave atentado que ha sufrido el patrimonio artístico castellonense. La alcaldesa debe actuar con rigor.

Periodista y escritor