La política de acercamiento de los presos de ETA a cárceles próximas al País Vasco, de régimen interno más relajado, dirigida por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y ejecutada por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, otrora valiente juez en la lucha contra el terrorismo, ha producido un beneficio personal de los de ciscarse en la política penitenciaria que favorece a los verdugos e insulta a las víctimas.

Con el sigilo en el que se va desarrollando la nueva política carcelaria en favor de los etarras con las manos manchadas de sangre, en abril Interior trasladó a Henri Parot desde el duro centro de Puerto III, Cádiz, en el que están recluidos los criminales de mayor laya, a cárcel de Mansilla de las Mulas en León, donde goza de una celda individual y libertad de movimiento por un centro concebido para integrar socialmente a los delincuentes que cumplen condena.

Parot, atentos los interesados en la memoria histórica, es un asesino en serie que tiene sobre sus espaladas un total de 39 muertes demostradas. El carnicero de nacionalidad francesa lleva treinta y un años entre rejas, cumpliendo la mayor condena impuesta por un tribunal de justicia español: 4.799 años. De momento ni siquiera ha cumplido un año preso por cada asesinato cometido. Ahora la alimaña está en fase preparatoria para su futura inserción en la sociedad.

El sanguinario psicópata Henri Parot, también conocido por sus iniciales H P que le vienen como anillo al dedo (grandísimo H P, añado), es hoy aclamado héroe de los diversos tentáculos y excrecencias de EH Bildu, el falaz partido disfrazado de demócrata que dirige el insigne exdirigente de ETA Arnaldo Otegi, hoy uno de los repugnantes apoyos del Ejecutivo. En Mondragón, vivero de etarras y segunda casa del galo Parot, están preparando un homenaje para reivindicar la valerosa figura del gudari especialista en el tiro en la nuca y el coche bomba, el mismo que atentó, entre otras acciones épicas, contra el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza en la antesala de las navidades de 1987, matando mientras dormían a 11 seres humanos, entre ellos Esther Barrera (3 años), Miriam Barrera (3 años), Silvia Vallarín (6 años), Silvia Pino (7 años), Rocío Capilla (12 años) y Ángel Alcaraz (17 años). Así, que se haya podido demostrar, hasta treinta y nueve asesinatos, además de decenas de heridos. El balance de los servicios prestados de semejante adalid de la patria vasca, en nombre de ETA, no tiene parangón. Ante ello, los buenos patriotas a la par que defensores encarnizados de los derechos humanos han decidido homenajear al mártir cuya apelación al Tribunal Europeo logró en su día la aberrante puesta en libertad de más de 60 etarras y un buen número de criminales comunes, gracias a lo que se ha dado en conocer como doctrina Parot.

Si el Estado de derecho no lo remedia, el 18 de septiembre Mondragón será escenario de la «marcha solidaria» en favor de Parot, organizada por la plataforma Sare y el colectivo Elkartasuna Eguna, satélites de EH Bildu. En esta nueva provocación está prevista la participación de treinta y un representantes locales entre los que habrá deportistas, concejales y abertzales de diverso pelaje. Para reclamar la pronta libertad de Parot realizarán un recorrido por relevos de treinta y un kilómetros. Quienes reclaman los derechos humanos de Parot olvidan los que éste anuló violentamente. Fue detenido en Sevilla, en 1990, cuando circulaba con un vehículo cargado con 310 kilos de amonal, carga suficiente para haber multiplicado por mucho el ya terrible ránking de muertes del que es acreedor. Según las condenas acumuladas el asesino en serie debería salir de prisión el 9 de mayo de 2030. Un año por muerto y pelillos a la mar. El flamante ministro de Presidencia, Félix Bolaño, no debería olvidar esta parte de la memoria histórica.

Escritor y periodista