El recurso al mito del enemigo exterior es todo un clásico en el arte de la política. Aunque en la España del siglo XXI resulta tremendamente insultante, ya que parte del supuesto de la incultura política y la credulidad de la ciudadanía a la que se dirige el mensaje manipulador.

Cuentan que en 1942 el Sindicato Español Universitario, SEU, convocó una manifestación ante la embajada británica en Madrid para reclamar la devolución de Gibraltar a España. Eran los momentos de la España de postguerra con graves problemas internos: un país dividido, hambre, cartillas de racionamiento y aislamiento internacional. El entonces ministro de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Suñer, llamó al embajador Samuel Haore y le preguntó: «¿Quiere usted que mande más guardias?». A lo que el diplomático respondió: «Prefiero que no me mande más manifestantes».

Algo parecido le pasa al presidente de la Comunitat Valenciana, Ximo Puig. Obsesionado con los malos resultados de su gestión, lleva meses apuntando y disparando contra la Comunidad de Madrid, a la que achaca la responsabilidad de sus propios fracasos. Puig califica la política fiscal de impuestos bajos de Madrid como «antipatriótica», e incluso en una analogía digna de mejor causa habla ahora de un «procés invisible» de competencia desleal al que llama «dumping fiscal».

Hace unos días hemos sabido que el paro en la Comunitat Valenciana ha subido en 15.600 personas mientras ha bajado en el conjunto de España. Los valencianos estamos a la cola en empleo, a la cola en vacunación y sufriendo una presión fiscal insoportable. Nuestra tasa de paro es un 25% superior a la de los madrileños y nuestro déficit público es del 1,15% de nuestro PIB regional, 230 veces más que el déficit madrileño.

Ante este escenario, cualquier dirigente sensato intentaría imitar las políticas exitosas de Isabel Díaz Ayuso. Pero no, en el colmo del desatino, lo que propone Ximo Puig es que le suban los impuestos a los ciudadanos de Madrid. Se ve que el culpable de los males que sufren los valencianos es el gobierno regional que han elegido los madrileños.

Mirar a la Moncloa

Más le valdría a Ximo Puig cuando mira a Madrid, no fijarse tanto en la Puerta del Sol y prestar más atención al Palacio de la Moncloa. O mejor dicho, a ver si le prestan más atención a él, porque de momento el Gobierno de Sánchez, socialista y con sede en Madrid, ha vuelto a aplazar la reforma del modelo de financiación autonómica, otrora insistente reivindicación botánica cuando en el colchón de Moncloa dormía un presidente popular.

Es el mismo Gobierno socialista de Madrid que ha vuelto a recortar el trasvase Tajo-Segura, con el consiguiente efecto negativo sobre la agricultura alicantina.

Es el mismo Gobierno socialista con sede en Madrid que en un alarde de insensibilidad acaba culpando a los citricultores valencianos de la fracasada política del Consell y del Gobierno contra el cotonet. Un gobierno insensible y soberbio que se atreve a decirles a los agricultores «que pisen más el campo». Así, ¡con un par!

Así que las desbarradas ocurrencias de Puig no son sino los árboles para impedir ver el bosque, que no es otro que el daño que la política del Consell que él preside y el ninguneo del Gobierno del partido en el que él milita, están infringiendo a la Comunitat Valenciana.

Así que lo de Madrid no es sino una estrategia de distracción de Ximo Puig para que no se hable de lo que de verdad importa, si es que de verdad es lo que le importa a él y a sus socios del Botànic.

Portavoz del PP en la Diputación