Durante dos décadas de gobiernos populares, la lucha contra el fuego en la Comunidad Valenciana se caracterizó por una operativa reactiva. Quiero decir que los bomberos forestales acudían allí donde se declaraba un incendio e intentaban contenerlo. Se jugaban la vida como héroes, y algún disgusto nos llevamos como sociedad civilizada. No estaré exagerando si afirmo que, en cierto modo, los bomberos forestales eran la última y única línea de defensa contra el fuego. La prevención, los grandes trabajos invernales en el monte, brillaron por su ausencia.

Los partidos que conforman el desgobierno del Botánico afirmaron en aquella época que su actuación iba a ser diferente. Que la prevención primaría en su gestión. Que el sentido común y de estado regiría su política medioambiental. Que los bomberos forestales ya no serían nuestra última y única línea de defensa. Recuerdo enfervorecidos discursos electorales en los que hablaban de prevención, de trabajar en el monte durante el invierno para no tener que hacerlo en verano, etc.

Pero todo eso no fueron al final más que palabras vacías. Un discurso que se sabía necesario pero de cuyo cumplimiento estamos bien lejos. De hecho, tan lejos como lo estuvimos en aquellos años con los gobiernos populares.

El monte valenciano está en grave peligro. Y las políticas preventivas invernales, con la creación de nuevos cortafuegos, la eliminación de maleza y rastrojos y demás trabajos en esa línea son claramente insuficientes.

Es evidente que necesitamos una mejor gestión forestal, pues los incendios veraniegos se apagan en los meses de invierno.

Escritor