Hace un par de semanas, por fortuna antes de los fuertes calores que nos mortificaron a todos con saña, insidia y alevosía, estuve en Barcelona por cuestiones familiares. Como mi párking se encontraba muy cercano al singular edificio de la Taula de Canvis, o Llotja de la Mar, no pude resistir la tentación de entrar una vez más a visitarlo. Si bien es sabido la parte externa, de un neoclasicismo dieciochesco, nada tiene que ver con las arquerías y columnas adosadas del gótico, casi renaciente, del siglo XV de la sala de contrataciones o el salón de cónsules. Con todo, entrar en el edificio es respirar historia. Si bien esta última sala tiene para este historiador el aroma sugeridor de la plástica, pues no en balde ha sido y es la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Jordi, la de contratación es el referente de la pujanza económica barcelonesa, ya en el final del medievo, al extremo que en su creación y en su solvencia se la tiene como el primer banco de Europa.

La creación de la Taula de Canvi el 20 de enero de 1401, que prestaba dinero al Consell de Cent (organismo de gobierno municipal de Barcelona) y servía, además, de depósito para las imposiciones particulares, era una garantía para quieres recurrían al empréstito en los bancos privados, que no siempre funcionaban con honestidad ni con solvencia. Buena prueba de ello, fueron los castigos que la ley impuso a algunos de estos financieros crapulosos, que se arruinaron por las rapacerías de sus acciones. Las penas iban desde el requisado de sus bienes, a tirar de remo en las galeras. Abona lo referido el hecho de que, en más de una ocasión, los agraviados por la debacle, en represalia, con furibunda vesania, astillaron los bancos (les taules de canvis) donde se llevaban a cabo las transacciones crediticias. Esa violenta acción, dio origen a esa frase hecha, tan actual en nuestros días, de que una institución financiera entra en bancarrota.

Cronista oficial de Castelló