Tras la caída de Kabul permanecieron en su aeropuerto los hombres y mujeres más valientes de occidente. Unidades de élite de la policía francesa, italiana, canadiense, alemana y algunas más rescataron a los colaboradores afganos con los que trabajaron durante los últimos años en Afganistán.

Los holandeses, en la misma línea del pésimo ejemplo que ya dieron en Srebrenica, se piraron de Afganistán a las primeras de cambio, dejando atrás a tantos colaboradores como pudieron. Y luego se atreven a dar lecciones de moral en la Unión Europea. Solo siento un profundo desprecio hacia tanta cobardía.

Por lo que respecta a la actuación de los españoles, con el embajador Ferrán al frente, varios miembros de los GEO y UIP ayudaron a los colaboradores de la embajada y sus familias, trabajando en condiciones lamentables, utilizando los vehículos que les prestaron los compañeros de otros países, demostrando siempre una valentía y pundonor dignos de mención. Son unos héroes y merecen el reconocimiento de toda España.

Ya estamos viendo cómo acabará esto. No ha habido fallecidos entre los valientes policías españoles, pero tampoco han podido rescatar a todas las familias que tenían en mente. Muchos inocentes se han quedado por el camino, aunque, visto lo visto, nadie puede menospreciar el arrojo de estos policías.

Lo que el Gobierno de nuestro país debe hacer ahora, de forma inmediata, en cuanto aterrice el avión que los trae a casa, es concederles la medalla que sin duda merecen.

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